Este año se hace un llamamiento a la solidaridad para conseguir que los alimentos saludables lleguen a todo el mundo, especialmente a los lugares y a las personas que han sufrido de manera más virulenta el impacto de la pandemia de COVID-19.
Según la FAO, las dietas saludables son inasequibles para más de 3.000 millones de personas en el mundo. Se estima que son, en promedio, cinco veces más caras que las dietas que solo satisfacen las necesidades de energía alimentaria.
También se quiere poner de relieve la labor de todos los que han hecho posible que la comida llegue a la mesa en un momento de emergencia sanitaria como el que estamos viviendo: los “héroes de la alimentación” que plantan, pescan, cultivan o transportan los alimentos. Por ello, el lema de 2020 es "Cultivar, nutrir, preservar. Juntos".
Producimos alimentos más que suficientes para alimentar a todos. Sin embargo, nuestros sistemas alimentarios sufren desequilibrios.
El hambre, la obesidad, el cambio climático, el desperdicio de alimentos y la falta de seguridad para los trabajadores de la cadena alimenticiosson solo algunos de los problemas que evidencian este desequilibrio.
La falta de alimento en muchas partes del mundo está disparando las cifras de la desnutrición. En el Día Mundial de la Alimentación, los números del hambre no acompañan. Tampoco los porcentajes de niños menores de cinco años con sobrepeso, que ha pasado del 5,3 % en 2012 al 5,6 %, o 38,3 millones de niños, en 2019.
La desigualdad también es una causa de la desnutrición. El Informe Global de Nutrición 2020 revela importantes desigualdades en los resultados nutricionales dentro de los países y las poblaciones. Según el informe, las desigualdades en los sistemas alimenticiosy sanitarios aumentan las desigualdades en los resultados nutricionales que, a su vez, pueden generar más desigualdad y perpetuar un círculo vicioso.
Según el Informe sobre el Estado de la Seguridad Alimentaria y Nutrición en el Mundo en 2020 publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en junio de este año, las cifras son poco alentadoras:
El Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas (WFP) es uno de los principales socios de ACNUR en terreno. Su objetivo es brindar asistencia alimentaria a millones de personas en todo el mundo.
El año pasado, el Programa Mundial de Alimentos proporcionó asistencia alimentaria a 97 millones de personas en 88 países del mundo. Por su labor humanitaria y por sus esfuerzos en la lucha contra el hambre ha recibido recientemente el Premio Nobel de la Paz 2020.
El acceso al alimento es una de las prioridades que ACNUR se encarga de cubrir cuando los refugiados y desplazados llegan a un campo o asentamiento.
ACNUR trabaja en coordinación con el Programa Mundial de Alimentos y reparte diariamente raciones de comida a las familias refugiadas.
En un campo de refugiados se reparten, de media, raciones de comida suficiente para aportar a cada persona un mínimo de 2.100 calorías al día. Conseguir esto se convierte muchas veces en un reto por la falta de fondos o por las malas condiciones de salud en las que llegan los refugiados a los campos.
La pandemia de COVID-19 podría casi duplicar el número de personas que padecen hambre aguda en el mundo, alcanzando más de 250 millones de afectados a finales de 2020, según ha advertido el Programa Mundial de Alimentos. Son 130 millones más de los 135 millones en esa situación en 2019, como resultado del impacto económico de la COVID-19.
Si no se toman medidas para prevenir interrupciones previsibles en los sistemas alimentarios mundiales, especialmente en los países con déficit de alimentos, el COVID-19 complicará aún más el enorme desafío de alcanzar el ODS 2: Hambre Cero.
La mayoría de las personas que sufrieron inseguridad alimentaria aguda en 2019 se encontraban en países afectados por conflictos (77 millones), cambio climático (34 millones) y crisis económicas (24 millones de personas), según el Informe mundial sobre Crisis Alimentarias. Muchos atraviesan graves crisis de desplazamiento.
Estos países son los más vulnerables a las consecuencias de esta pandemia, dada su escasa o nula capacidad para hacer frente a los aspectos sanitarios y socioeconómicos de la crisis.
Según este informe, los diez países que padecieron las peores crisis alimentarias en 2019 son: Yemen, la República Democrática del Congo, Afganistán, Venezuela, Etiopía, Sudán del Sur, Siria, Sudán, Nigeria y Haití. En todos ellos hay población refugiada y desplazada por la guerra, conflictos, violencia o cambio climático.
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