Según la Declaración del Milenio de la Asamblea General de las Naciones Unidas, la solidaridad se reconoce como “uno de los valores fundamentales y universales sobre los que deberían basarse las relaciones entre los pueblos en el siglo XXI, para que quienes sufren o tienen menos se beneficien de la ayuda de los más acomodados”. Como consecuencia de esto y teniendo en cuenta que estamos en un mundo globalizado que sufre una creciente desigualdad, el fortalecimiento de la solidaridad internacional es totalmente necesario.
La Asamblea General de la ONU, convencida de que promover la solidaridad y el espíritu de compartir es clave para luchar contra la pobreza, proclamó en 2005 el 20 de diciembre como el Día Internacional de la Solidaridad Humana.
Naciones Unidas y la solidaridad siempre han ido de la mano, ya que, este concepto ha definido la labor de la organización desde su creación cuando atrajeron a los pueblos de todo el mundo a promover la paz, los derechos humanos y el desarrollo económico y social. La ONU se fundó bajo la premisa básica de unidad y armonía entre sus miembros, "expresada en el concepto de seguridad colectiva que se basa en la solidaridad de sus miembros a unirse para mantener la paz y la seguridad internacionales”.
De esta manera, la organización se basa en ese espíritu de solidaridad para “la cooperación en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario”.
Además de proclamar este día, la Asamblea General creó el Fondo Mundial de Solidaridad con el objetivo de acabar con la pobreza y promover el desarrollo humano y social en los países menos industrializados, sobre todo entre los grupos de población más desfavorecidos.
Este día nos recuerda que existen personas que siguen creyendo en ayudar a los demás, especialmente a las personas refugiadas y desplazadas. Por ello, queremos dedicar este día a las personas que, con sus gestos, han dado ejemplo de cómo construir un mundo más justo.
Tateh Lehbib es saharaui y refugiado desde el día que nació. De pequeño, vio a su abuela sufrir el calor concentrado bajo el techo de uralita de su refugio y decidió que tenía que hacer algo.
Consiguió estudiar Energías Renovables gracias a una beca de ACNUR y, tras dar muchas vueltas a cómo construir refugios aislantes del calor en medio del desierto del Sáhara con los medios a su alcance, se le ocurrió una solución que le llevó a ser conocido como “el loco del desierto”: construir casas con botellas de agua.
Tras sufrir mutilación genital femenina apenas unos días después de haber nacido y de ser forzada a casarse con 17 años, Aminata Soucko consiguió librarse de la violencia y dar un giro de 180 grados a su vida. Fundadora de la asociación “Red Aminata”, ahora ayuda a mujeres víctimas de mutilación: las acompaña en las cirugías de reconstrucción, en el camino de volver a disfrutar de su vida sexual y se encarga, sin descanso, de combatir los mitos y las mentiras acerca de esta práctica violenta que han sufrido cerca de 230 millones de mujeres y niñas en todo el mundo.
Tuvimos la oportunidad de conocer su historia en nuestro podcast Volver a empezar y descubrir cómo su resiliencia y su compromiso para ayudar a otras mujeres la han convertido en una de las personas más solidarias.