Se estima que hay unos 122 millones de personas desplazadas y refugiadas a la fuerza en el mundo y que unos 14,8 millones están en edad escolar. Se calcula que el 49% de esa cifra (14,8 millones) no asiste a la escuela. Dicho de otra manera, aproximadamente 7,2 millones de niñas y niños refugiados no están recibiendo educación.
Esta información corresponde al Informe de Educación de ACNUR de 2024 que obtiene datos del curso académico 2022-2023, y el análisis incluye a 65 países de acogida. Los datos de estos países indican que el promedio de las tasas brutas de matriculación de personas refugiadas en ese curso fue el siguiente:
Las causas del bajo acceso son múltiples y complejas. En muchos contextos, los sistemas educativos nacionales carecen de los recursos necesarios para integrar a grandes cantidades de estudiantes refugiados. Las aulas están saturadas, faltan docentes formados, y las infraestructuras no están preparadas para recibir a más alumnado.
Otros obstáculos son igualmente determinantes:
“Estamos fallando a los refugiados al no darles la oportunidad de construir las habilidades y el conocimiento que necesitan para invertir en su futuro”.
Filippo Grandi, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados.
La educación reduce la vulnerabilidad de las niñas ante posibles situaciones de explotación, violencia sexual y de género, embarazo adolescente y matrimonio infantil. Según la UNESCO, si todas las niñas completasen sus estudios de educación primaria, los matrimonios infantiles caerían un 14%; si completasen la secundaria, se desplomaría un 64%.
Según otro informe de la UNESCO, la educación de las niñas refugiadas genera bienestar y prosperidad en su entorno familiar y en el de su comunidad. Sin embargo, en secundaria hay una presencia de 7 niñas por cada 10 niños.
Tal y como refleja el informe sobre la educación de los refugiados, ACNUR intenta revertir estas estadísticas aumentando el número de profesoras en las aulas. En las comunidades más conservadoras, los padres no permiten que un hombre enseñe a sus hijas. Además, en caso de que se produzca algún tipo de acoso, las niñas se sienten más seguras notificándoselo a una profesora.
Pero la brecha de género no solo está presente entre estudiantes: el número de maestras que enseñan a refugiados disminuye entre preescolar y secundaria.
ACNUR cartografió los países con mayores disparidades de acuerdo con los datos del informe de educación del año pasado. Aunque los datos indican que ninguno de ellos ha alcanzado la paridad de género en el acceso a la educación primaria, se han producido importantes avances. Las disparidades en países como Kenia y Etiopía se han reducido, lo que hace que se acerquen más a la paridad de género.
Desde ACNUR, se trabaja en tres objetivos estratégicos para la Educación de las Personas Refugiadas 2030 que son los siguientes:
Si bien el mandato de ACNUR en materia de educación tiene un alcance mundial, ACNUR y sus socios trabajan particularmente en los principales países de acogida para ofrecer educación a las personas refugiadas. La mayor parte de los programas de educación primaria y secundaria de ACNUR se concentra en África Oriental y en el Cuerno de África, con una presencia más limitada en Medio Oriente, Asia y las Américas.
Como hemos mencionado anteriormente, ACNUR aboga por la inclusión de las personas refugiadas en los sistemas educativos nacionales. Asimismo, desempeña diversos papeles en todos los países de acogida, ya sea prestando servicios o abonando salarios al personal docente, o bien apoyando a familias con información sobre el acceso a la educación y trabajando en el desarrollo de políticas públicas. ACNUR trabaja incansablemente para que las personas refugiadas tengan acceso a una educación de calidad.
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