Un año más, el Día contra el trabajo infantil se topa con miles de niños trabajando en todo el mundo, antes incluso de haber podido aprender a leer o escribir. La mayoría son varones que realizan trabajos físicos a cambio de sueldos miserables. Las niñas suelen ocuparse de las tareas del hogar y enfrentan riesgos como el matrimonio infantil. El trabajo y la falta de educación ponen en peligro su salud y su futuro.
La pobreza entre los refugiados aumenta el riesgo de explotación infantil. Muchas veces, sus padres no pueden pagar su comida y necesitan una ayuda extra. Otras, los menores han perdido a su familia convirtiéndose en las víctimas perfectas para traficantes y redes de explotación o necesitan sacar adelante su casa, sus hermanos o conseguir madera para intercambiar en países de África.
Aunque ninguno de estos niños debería trabajar, la realidad es que a edades muy tempranas se ven obligados a dejar de estudiar. Entre los refugiados en Jordania, el 47% de los hogares con uno o más miembros trabajando, dependen parcial o enteramente de los ingresos generados por los niños.