Desde el pasado 24 de febrero, Ucrania se ha convertido en un escenario de muerte, destrucción y devastación. La situación es dramática. La invasión rusa ha desencadenado no sólo una grave crisis humanitaria, sino también la mayor crisis actual de desplazamiento forzado del mundo.
El 4 de marzo, el tranquilo pueblo de Nalyvaikivka, a las afueras de Kiev, se despertó con el sonido de las sirenas de los ataques aéreos y los bombardeos. Dos misiles redujeron a escombros la casa de Oksana, Yurii y su hija Svitlana, en la foto. En el momento del impacto se encontraban en el sótano. “Cuando la puerta se cerraba sobre nuestras cabezas, oí el sonido de un cristal que se rompía", cuenta Oksana. Pudieron salvar su vida, pero poco más. Lo perdieron prácticamente todo.
"Toda la calle estaba gris por las cenizas de los edificios quemados. Nuestro patio estaba lleno de escombros, pizarra, marcos de ventanas, cristales. Estuvimos limpiando durante varios días, haciéndolo con mucho cuidado porque no sabíamos si había munición sin explotar en nuestro patio".
Como ellos, muchos de los habitantes de Nalyvaikivka lo tuvieron que dejar todo atrás. Más de 220 casas sufrieron daños, 30 de ellas fueron completamente destruidas. Oksana echa un vistazo a una de las siete casas en ruinas en su misma calle. "Nuestros dos vecinos no sobrevivieron. El hijo murió durante el bombardeo y su madre murió después en el hospital".
A pesar de todo lo ocurrido, la familia no se ha rendido. Su fuerza es inspiradora. Yurii ya ha empezado a reconstruir su hogar, ladrillo a ladrillo. ACNUR proporciona a las familias refugios de emergencia y materiales para reconstruir las casas dañadas por los bombardeos. Oksana está utilizando los restos de su casa para diseñar un nuevo jardín. "Al menos puedo dar una nueva vida a lo que queda de mi casa".
Una economía hecha pedazos
En solo un mes y medio, una cuarta parte de la población, más de once millones de personas, había huido de sus hogares. Siete meses después, más de 14 millones de personas siguen desplazadas. Casi siete millones son desplazados internos y más de siete millones son personas refugiadas en otros países. La mayoría son mujeres, niños y personas mayores.
Hoy, la gente en Ucrania sigue huyendo de muchas zonas donde aún permanecen activos los combates. Los que no lo hacen, sufren las consecuencias devastadoras de la guerra: el colapso económico y la ausencia o mal funcionamiento de los servicios públicos. A finales de abril, alrededor del 53 % de los ucranianos con trabajo lo había perdido. Se calcula que las pérdidas económicas del país superan el trillón de dólares.
Una respuesta excepcional a unas circunstancias excepcionales
Los socios y donantes de ACNUR han respondido con una enorme generosidad a esta emergencia. Gracias a su apoyo, en lo que va de 2022 (hasta el 19 de septiembre), ACNUR ha prestado asistencia a 2,1 millones de personas, proporcionando servicios de protección, ayudas económicas, material de emergencia y refugios. Ahora, la Agencia también está empezando a movilizar ayuda de cara al invierno.
Tu apoyo en acción: más de 2 millones de personas asistidas por ACNUR en Ucrania






Ayudas económicas, fuente de dignidad
Cuando estalló la guerra y las personas huían de sus hogares prácticamente con lo puesto, ACNUR puso en marcha en tiempo récord su programa de ayudas económicas. Se trata de una iniciativa de vital importancia para las personas desplazadas, ya que les proporciona la capacidad y la dignidad de comprar los artículos que más necesitan, reduce el riesgo de explotación de las personas que se han vuelto económicamente vulnerables y dependientes.
Más del 75 % de las personas inscritas en este programa en Ucrania son mujeres y niños. La ayuda se utiliza normalmente para pagar un alojamiento y comprar alimentos, medicamentos y artículos de higiene.
Yanina Vodyanicka, de 36 años, huyó a Polonia embarazada de nueve meses. Allí recibió ayuda en efectivo a través del programa de ACNUR una semana antes de dar a luz en un hospital en Varsovia. El dinero le permitió comprar comida y ropa para su bebé.
ACNUR, dentro y fuera de Ucrania
Antonina, de 38 años, y su hijo Artem, de cuatro años, se vieron obligados a huir de su casa en Mykolaiv, una ciudad del sur cerca del Mar Negro. Las bombas caían demasiado cerca. "Cuando empezaron a bombardear Odesa, oímos las explosiones", cuenta. La seguridad de Artem era su único pensamiento. "Es mi deber protegerlo. En primer lugar, mentalmente, y en segundo lugar físicamente. Los bombardeos dan mucho miedo. Mi deber era salvarlo".
Artem y su madre abandonaron Ucrania con otros miembros de la familia, sin su padre. Pudieron ponerse a salvo en la frontera con Moldavia, donde ACNUR y sus socios les prestaron asistencia.
Desde que comenzó la guerra el 24 de febrero, las autoridades moldavas han registrado más de 550.000 cruces de frontera desde Ucrania hacia el país. Aunque algunos han regresado a Ucrania o se han ido a otros países. En la actualidad todavía hay unos 91.000 refugiados de Ucrania, como Antonina y Artem, que permanecen en Moldavia.
La guerra no ha terminado
La guerra en Ucrania continua y el invierno se acerca. Las hostilidades en el este y el sur del país no cesan. Según informes de ACNUR, algunas infraestructuras civiles se han visto seriamente dañadas. En algunas partes, los servicios de luz y de agua se han interrumpido. La ayuda y la solidaridad siguen siendo necesarias para ayudar a millones de personas desplazadas dentro y fuera del país.