8 de marzo: Día Internacional de la Mujer 8 de marzo: Día Internacional de la Mujer

8 de marzo: Día Internacional de la Mujer

8 de marzo, 2024

Tiempo de lectura: 5 minutos

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Según los datos más recientes de Naciones Unidas, en el mundo hay, actualmente un 50,3 % de hombres y un 49,7 % mujeres. Prácticamente la mitad de la población mundial son mujeres, es decir, más de 3.900 millones. A pesar de estar en 2024, todavía no se ha logrado una igualdad de género real, entre otras cosas, porque no existe una financiación suficiente en materia de género y, según Naciones Unidas, contamos con un déficit de 360.000 millones de dólares en medidas de igualdad de género para 2030. Para lograr la igualdad de género y el bienestar de la mujer en todos los ámbitos es de vital importancia generar economías prósperas y conseguir un planeta saludable.

La situación es todavía más preocupante entre la población refugiada, ya que la mitad de las personas refugiadas son mujeres y niñas. Ellas son mucho más vulnerables a cualquier riesgo y peligro que los hombres en su camino de huida a un lugar seguro. Por ellas y por todas las mujeres del mundo, todavía hay que seguir reivindicando días como el 8 de marzo.

¿Qué se celebra el 8 de marzo?

Hace más de 100 años, se instauró el 8 de marzo para celebrar el Día de la Mujer en algunos países del norte de Europa. Pero lo que comenzó siendo un homenaje a la mujer trabajadora se convirtió, años más tarde, en un día en pro de los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional.

Desde que la ONU declaró en 1975 el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, este se ha hecho eco en todo el mundo.

Mujeres refugiadas: 8 de marzo, un día por la paz

En un día como el 8 de marzo queremos hacer un homenaje a todas esas mujeres víctimas de conflictos que se encuentran refugiadas y desplazadas lejos de su hogar. Problemas como la violencia sexual, la violencia de género, la mutilación genital femenina o el matrimonio infantil ponen de manifiesto que la mujer merece una protección especial. Algo tan cotidiano como recoger agua o ir al baño puede ponerlas en riesgo de violación o abuso.

Hoy en día, muchas mujeres y niñas se enfrentan a situaciones de discriminación y violencia. Para las mujeres refugiadas este riesgo se agudiza. Desde hace décadas, ACNUR trabaja para empoderarlas, prevenir la violencia sexual y de género y dar protección a las supervivientes.

Según el Informe de ACNUR Tendencias Globales de Desplazamiento 2018, en la actualidad hay 25,7 millones de mujeres y niñas refugiadas. La proporción de mujeres y niñas entre la población refugiada es del 48 %. Muchas de ellas han huido de prácticas tan atroces como la mutilación genital femenina. Otras, de conflictos armados o guerras.

Compromisos de ACNUR con las mujeres refugiadas

Prevenir la violencia sexual y de género y atender a las supervivientes.

La Agencia involucra a los hombres y niños en la lucha contra la violencia sexual y de género, un gesto esencial para alcanzar la igualdad de género. También asegura la entrega de artículos sanitarios para las mujeres con regularidad.

Inscribir a las mujeres refugiadas de forma individual en los campos de refugiados

Para que reciban la documentación pertinente y así garantizar su seguridad individual y libertad de circulación, que tengan acceso a los servicios de primera necesidad y capacidad para registrar a sus hijos o reclamar una propiedad.

El 50% de todos los representantes ante ACNUR serán mujeres

Ya sea en entornos urbanos y rurales, en los campos de refugiados e incluso en las zonas de retorno, para que seas escuchadas y transmitan sus necesidades. El objetivo es empoderarlas y promover su autonomía.

Mujeres con historia

Saleema

Saleema es refugiada afgana y quiere ser la primera doctora turcomana en Pakistán. "Quiero ayudar a las mujeres", afirma. Tan claro lo tenía que se especializó en ginecología. Cada día, atiende a más de 40 mujeres y ayuda a muchas a dar a luz en el hospital de Rawalpindi. Después de años de estudio, esfuerzos y una beca ofrecida consiguió ser doctora. Ha tenido que superar multitud de obstáculos para recibir la formación necesaria y mejorar la vida de muchas mujeres. Pero, como refugiada, su futuro como médico en Pakistán es incierto. La educación es fundamental para lograr la inclusión socioeconómica en las comunidades de acogida y la autosuficiencia de los refugiados.

Yuray

Yuray Bañol es colombiana y participa en una escuela de liderazgo juvenil interétnico en la región colombiana del Chocó, para convertirse en una futura líder de su comunidad. Allí se enseña a los estudiantes afrocolombianos, mestizos e indígenas a formular políticas y a hablar en público para convertirse en futuros líderes comunitarios. Ella y su familia han estado desplazados en muchas ocasiones. Ahora se está preparando para presentar propuestas políticas al gobierno local que mejoren la sanidad y la seguridad. El acceso a la educación o a programas de formación promueven el empoderamiento económico mediante de las mujeres y las niñas.

Mujer huterita, cristianas que visten con pañuelo en la cabeza

Najwa

Los conflictos en Oriente Medio han obligado a millones de mujeres y niñas a huir de su casa. Pero la solidaridad traspasa nacionalidad y religión. Tanto es así que muchas musulmanas como Najwa, de origen sirio, se han integrado en comunidades cristianas en Canadá con quien se entendieron a primera vista. Los huteritas son allí una minoría religiosa, ligeramente relacionada con los menonitas y los amish. Las mujeres huteritas, al igual que las musulmanas, preservan aún la herencia de sus orígenes en detalles como la vestimenta o el idioma.

Angelique Namaika

En África, hay 5 millones de personas refugiadas por culpa de las guerras y los conflictos activos. Entre ellas, mujeres como Angelique Namaika, ganadora del Premio Nansen en 2013 por su lucha por las mujeres víctimas del LRA (Lord's Resistance Army, por sus siglas en inglés). En República Democrática del Congo, muchas mujeres y niñas han sido secuestradas y aterrorizadas por la violencia desencadenada por los rebeldes del LRA. Esta monja congoleña se dedica, desde 2008, a cuidar de las niñas que fueron secuestradas y necesitan volver a adaptarse al mundo. Con el dinero del premio, abrió una cooperativa de panadería y puso en marcha proyectos agrícolas.

Madre e hijas, mujeres sirias separadas por la guerra en su país

Manal

Posiblemente la decisión más difícil para una madre sea tener que separarse de sus hijos. Mujeres sirias como Manal, que vio cómo el barco en el que viajaban sus hijos naufragaba en el Mediterráneo por televisión, cuentan su historia desde la experiencia. Una experiencia por la que ninguna madre debería pasar. Ella huyó primero a Dinamarca en busca de un lugar seguro para todos. Un año después, en noviembre de 2015, lo encontró y pudo reunirse allí con sus hijos.

¿Cómo quieres ayudar a las mujeres refugiadas?

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