Filipinas, un año del tifón Haiyan: más de 4 millones de filipinos desplazados Filipinas, un año del tifón Haiyan: más de 4 millones de filipinos desplazados

Filipinas, un año del tifón Haiyan: más de 4 millones de filipinos desplazados

7 de noviembre, 2014

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Tacloban, Filipinas, 7 de noviembre de 2014 – El gran barco encallado en Tacloban (capital de la Isla de Leyte) observa con cierta altivez el pequeño complejo de casas situadas a su lado. Los niños corren y juegan en el buque, aparentemente ajenos a la terrible tragedia que lo colocó allí y asoló sus comunidades el 8 de noviembre de 2013: el súper tifón Haiyan. Alguien quiso que esto nunca se olvidara y garabateó un mensaje en el casco de la embarcación: “Yolanda estúpida”. Este barco se convertiría en la casa de Bartolomé y su familia, junto con otras 37 familias más, durante las semanas posteriores al paso del Tifón Haiyan por la isla de Leyte. 

¡Yolanda fue despiadada!

En Filipinas, estos fenómenos atmosféricos son habituales, de hecho, la población está preparada para actuar ante su llegada y adaptarse a los mismos. Sin embargo, Haiyan no fue un tifón cualquiera. Haiyan, también conocido en Filipinas como Yolanda, se presentó con vientos de 235 kilómetros por hora. El tifón afectó a 14 millones de personas. Desaparecieron comunidades enteras, la más afectada fue la isla de Leyte, en la que fallecieron a causa del mismo 6.000 personas. “Yolanda fue despiadada” explica Bartolomé. “Nadie pensó que tendría tal fuerza”, apunta. 

Cuando la lluvia comenzó, Bartolomé, al igual que muchos otros filipinos, envió a su esposa y niños a un centro de evacuación y se quedó para vigilar su casa para evitar robos. Pensaba que solo era una tormenta, tal vez más fuerte de lo habitual. Sin embargo, el viento y la lluvia fueron aumentando y el agua comenzó a elevarse, haciéndole subir primero hasta el segundo piso de la casa y finalmente hasta la azotea. “El agua caía de manera tan violenta que hacía daño en el cuerpo”, señala el filipino.

ACNUR encontró a Bartolomé y a su familia viviendo, junto a otras familias, en el barco encallado, en condiciones infrahumanas: habían perdido todo, su casa había sido completamente derruida, las calles eran el caos y el olor insoportable. ACNUR rápidamente ofreció a Bartolomé y a su familia una linterna solar, un juego de cocina, esterillas y una tienda en la que refugiarse. “No puedo imaginar cómo hubiera sido vivir en Tacloban sin la ayuda de ACNUR y otras organizaciones internacionales” comenta Bartolomé muy agradecido por la ayuda recibida.

 

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