Compartir
Barikan pasó su infancia como refugiada en Irak, yendo de un campo de refugiados a otro. De niña, su mayor deseo era tener lo que tenían otras pequeñas de su edad: unas bailarinas blancas. Cuando se las pidió a su madre, la respuesta que le dio cambió su vida para siempre y le hizo ver que la educación sería el motor de su vida y la clave de su desarrollo como mujer y como refugiada.