Se estima que hay unos 122 millones de personas desplazadas y refugiadas a la fuerza en el mundo y que unos 14,8 millones están en edad escolar. Se calcula que el 49% de esa cifra (14,8 millones) no asiste a la escuela. Dicho de otra manera, aproximadamente 7,2 millones de niñas y niños refugiados no están recibiendo educación.
Esta información corresponde al Informe de Educación de ACNUR de 2024 que obtiene datos del curso académico 2022-2023, y el análisis incluye a 65 países de acogida. Los datos de estos países indican que el promedio de las tasas brutas de matriculación de personas refugiadas en ese curso se situó en un 37% para preescolar, un 65% para educación primaria, un 42% para educación secundaria y un 7% para educación terciaria.
Desde ACNUR, se trabaja en tres objetivos estratégicos para la Educación de las Personas Refugiadas 2030 que son los siguientes:
Según el informe, existe barreras que dificultan enormemente el acceso de los refugiados a la educación secundaria. Solo el 24% de la niñez refugiada accede a ella, mientras que el dato a nivel global es del 84%. El 63% de los niños refugiados van a la escuela primaria, en comparación con el 91% de la niñez a nivel mundial. Solo el 3% de los adolescentes refugiados terminan accediendo a la enseñanza universitaria, en comparación con la cifra global del 37%.
Esta fuerte disminución en la matrícula de refugiados entre la escuela primaria y la secundaria es el resultado directo de la falta de fondos. Por eso, ACNUR hace un llamamiento para obtener el respaldo financiero necesario con el que impulsar, especialmente, la educación secundaria para los refugiados.
El plan contempla la construcción y renovación de escuelas, la capacitación de maestros y el apoyo financiero a familias refugiadas para que puedan cubrir los gastos de enviar a sus hijos al colegio.
En el próximo Foro Mundial esta iniciativa de apoyo a la enseñanza secundaria de los refugiados será uno de los puntos clave a tratar. El evento tendrá lugar en diciembre de 2019 y pretende dar respuesta a las necesidades de los refugiados en la actualidad.
La educación reduce la vulnerabilidad de las niñas ante posibles situaciones de explotación, violencia sexual y de género, embarazo adolescente y matrimonio infantil. Según la UNESCO, si todas las niñas completasen sus estudios de educación primaria, los matrimonios infantiles caerían un 14%; si completasen la secundaria, se desplomaría un 64%.
Según otro informe de la UNESCO, la educación de las niñas refugiadas genera bienestar y prosperidad en su entorno familiar y en el de su comunidad. Sin embargo, en secundaria hay una presencia de 7 niñas por cada 10 niños.
Tal y como refleja el informe sobre la educación de los refugiados, ACNUR intenta revertir estas estadísticas aumentando el número de profesoras en las aulas. En las comunidades más conservadoras, los padres no permiten que un hombre enseñe a sus hijas. Además, en caso de que se produzca algún tipo de acoso, las niñas se sienten más seguras notificándoselo a una profesora.
Pero la brecha de género no solo está presente entre estudiantes: el número de maestras que enseñan a refugiados disminuye entre preescolar y secundaria. Por ejemplo, en Chad, el 98% de los docentes de preescolar son mujeres, pero en secundaria esta cifra cae drásticamente al 7%.
“Estamos fallando a los refugiados al no darles la oportunidad de construir las habilidades y el conocimiento que necesitan para invertir en su futuro”.
Filippo Grandi, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados.
Aspectos como el exceso de burocracia, el idioma o la falta de fondos lastran el acceso a la educación. Por ejemplo, la falta de certificación y de documentos de identificación impiden a muchas personas refugiadas acceder al sistema de enseñanza. A veces, incluso, tienen la certificación, pero el país de acogida no la reconoce como válida.
El informe de ACNUR, Reforzando la Educación de los Refugiados en Tiempos de Crisis, aboga por la inclusión de los refugiados en los sistemas educativos nacionales en lugar de apartarlos en escuelas paralelas no oficiales, y que se les permita seguir un plan de estudios formal y reconocido durante todo el ciclo de educación preescolar, primaria y secundaria. Esto les dará las calificaciones reconocidas que podrán ser su trampolín hacia la universidad o la formación vocacional superior.
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