El año 2015 estuvo marcado por la llegada masiva de refugiados a Europa. Esta situación afecta a miles de familias que ven el hecho de vivir de forma segura...
El año 2015 estuvo marcado por la llegada masiva de refugiados a Europa. Esta situación afecta a miles de familias que ven el hecho de vivir de forma segura en su país como algo imposible. Alemania espera recibir en los próximos meses hasta 800.000 refugiados de territorios como Siria, Irak, los Balcanes, Libia o Afganistán. De hecho, se perfila como uno de los destinos de referencia para cientos de personas que abandonan su país por diferentes causas, como los conflictos o las crisis humanitarias.
Pero no solo las autoridades alemanas ponen diferentes medios a disposición de los solicitantes de asilo. La población de este país es consciente de la importancia de aportar su ayuda en esta crisis, y por eso muchos ciudadanos de a pie están abriendo las puertas de su casa para recibir a los refugiados en Alemania con los brazos abiertos.
Hoy queremos contarte 5 historias reales de familias como la tuya que se han propuesto ayudar a quienes más lo necesitan y que han acogido en sus casas a otras familias, que se sienten muy agradecidas con este gesto y que se han integrado completamente en la vida del país, aprendiendo el idioma y las costumbres e incluso enseñando a sus nuevas familias costumbres de su territorio como parte de un enriquecimiento cultural.
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Nuestra siguiente historia se desarrolla al oeste de Alemania, en un pueblo llamado Röhrsdorf. Allí viven Sarah, de 39 años y Stevi, de 43. A ellos se han unido ahora Mecid y sus siete hijos, que tuvieron que huir de Afganistán después de que asesinaran a su hermano y a otros vecinos.
Para Mecid poder optar a una residencia así es casi un sueño. “No podía creer que mis hijas pudieran simplemente salir a jugar y estar a salvo. Es difícil acostumbrarse después de todo lo que ha pasado”, nos cuenta.
La familia afgana está totalmente integrada en el pueblo. Las dos hijas mayores están incluso aprendiendo el idioma, y los más pequeños juegan con los hijos de la familia alemana como buenos amigos o como una gran familia.
La pareja de periodistas disponía de una habitación libre en su apartamento de Berlín y no dudó ni un instante en ofrecérsela a Ibrahim, de 29 años. Maximilian le había entrevistado para un artículo y le ofreció un sitio donde quedarse al ver sus dificultades para encontrar un residencia. Después de cinco meses en refugios de emergencia, la única solución que se le planteó fue encontrar un hostal, y fue entonces cuando contactó con la pareja.
Nuestro protagonista no para de recordar a Carolin y Maximilian que en cuanto encuentre una solución se marchará, pero la pareja no tiene ninguna prisa. “Tenemos un apartamento de tres habitaciones. Es fácil”, nos contaban. De hecho, Ibrahim se ha integrado completamente y es como un compañero de piso más. ¡Incluso marcan todos los lunes en el calendario para ver juntos el fútbol!
Mohamad es un estudiante de derecho sirio que desde el mes pasado vive con un grupo de compañeros de piso. La historia de cómo llegó allí es muy interesante. Alex, Vicente y Mona sentían que tenían que hacer algo ante la crisis de refugiados y, por eso, decidieron ofrecer su habitación libre a alguien que lo necesitase.
“Dijimos que acogeríamos a cualquier persona que viniese y que necesitara ayuda”, dice Alex de 27 años. “Pero cuando me enteré de que íbamos a recibir a un estudiante de derecho de 24 años, parecía más un intercambio normal de estudiantes que cualquier otra cosa. Era muy fácil”.
Ahora, los compañeros de piso se proponen ayudar a Mohamad a aprender alemán, como refuerzo a sus clases en una academia oficial y para que pueda aumentar sus posibilidades laborales.
Esta pareja de Berlín sintió una conexión especial cuando vieron a un palestino de Siria solicitante de asilo que buscaba un lugar tranquilo donde poder aprender alemán y continuar sus estudios. “Vimos el mensaje y pensamos: ‘Esto es algo que podemos hacer para ayudar’. Todo fue muy espontáneo”, cuenta Steve. La pareja está encantada con su huésped, al que consideran una persona muy agradecida.
“Me gustaría mucho ser alemán”, dice Wael. “No me puedo imaginar lo orgulloso que estaría de saber que hay tanta gente buena en mi país”. Ahora, nuestro protagonista podrá permanecer en esta casa el tiempo que quiera y desarrollar todas sus habilidades con el idioma. De hecho, todas las mañanas asiste a clases de alemán en la universidad y cuando lo hable con más fluidez, quizá se proponga perseguir su sueño: convertirse en programador de Google.
Estas cinco familias han sentido que podían formar parte de la ayuda a los refugiados, y por eso han decidido acoger en sus casas a familias o personas a las que les es muy complicado encontrar refugio tras huir de sus países. Sin embargo, aquí no se trata solo de dar o recibir caridad, sino que los refugiados en Alemania aportan una nueva visión a sus anfitriones. Les enseñan su cultura, su gastronomía y les cuentan sus historias, lo que les permite entender un poco más su situación.