Cuando leemos o escuchamos la palabra “esclavitud”, el sentido común nos lleva a asociarla con algo que sucedía en otra época. Lamentablemente, la esclavitud sigue existiendo en la actualidad.
Según la Organización Internacional del Trabajo de las Naciones Unidas unos 50 millones de personas están sometidas a “esclavitud moderna” (28 millones en trabajos forzados y 22 millones en matrimonios forzados). Las mujeres y los niños siguen siendo los más vulnerables de una manera desproporcionada.
De hecho, otro dato que sorprende es que casi una de cada ocho personas sometidas a trabajos forzados son niños y niñas (3,3 millones) y más de la mitad de ellos están en situación de explotación sexual comercial. Y es que casi cuatro de cada personas sometidas a explotación sexual comercial forzada son mujeres o niñas.
Otro dato impactante es que el beneficio mundial anual generado por el trabajo forzoso se estima en 236.000 millones de dólares. Esta cantidad representa sueldos arrebatados a trabajadores y gobiernos que pierden ingresos fiscales debido a la ilegalidad de estos beneficios.
Un esclavo es una persona que carece de libertad por estar bajo el dominio de otra. La esclavitud es una sujeción excesiva por la que una persona somete a otra a una obligación o trabajo. Y aunque, como decíamos anteriormente, pueda parecer de otra época, la esclavitud continúa siendo un flagelo muy vigente en diferentes partes del mundo, por lo que no se puede decir que haya desaparecido, sino que ha mutado, se ha transformado adquiriendo nuevas facetas.
Aunque no está definida en la ley, Naciones Unidas define la esclavitud moderna como un término que abarca prácticas como el trabajo forzoso y el matrimonio forzado. Hace referencia a situaciones de explotación de las que una persona no puede escapar debido a amenazas, violencia, coerción, engaño o abuso de poder.
A diferencia de lo que podamos pensar, se da en casi todos los países y atraviesa líneas culturales, étnicas y religiosas. De hecho, más de la mitad (el 52%) de todos los trabajos forzados y una cuarta parte de todos los matrimonios forzados se encuentran en países de renta media-alta o alta.
La trata de personas, el matrimonio forzado, la esclavitud sexual y el trabajo infantil son las principales formas que adquiere la esclavitud en el siglo XXI, y afecta a la población más vulnerable del planeta.
Se estima que la mayoría de los países del mundo están afectados por la trata de personas, ya se trate de un país de destino, de tránsito o de origen. El Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños define la trata como la captación, transporte, traslado, acogida o recepción de personas mediante amenazas, fuerza, coacción, rapto, fraude, engaño, abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad, así como mediante pagos o beneficios destinados a obtener el consentimiento de quien tenga autoridad sobre otra persona, con el fin de explotarla.
Esta explotación incluye, al menos, la explotación de la prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, el trabajo o los servicios forzados, la esclavitud o prácticas similares, la servidumbre y la extracción de órganos. El consentimiento de la víctima no tiene validez cuando existe intención de explotarla y, si la víctima es un niño, el delito se configura incluso sin que medie fuerza o coacción.
El Informe Global sobre el Tráfico de Personas, confeccionado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), habla de un aumento del 25% de víctimas detectadas en 2022 comparado con 2019, mientras que las víctimas infantiles aumentan un 31% y en niñas un 38%. El informe detalla cómo la guerra y los conflictos vuelven a las personas afectadas mucho más vulnerables ante los delincuentes. Se ha comprobado que la guerra en Ucrania ha elevado la trata de personas en la población desplazada. La mayoría de las víctimas resultantes de los conflictos tienen su origen en países de África y Oriente Medio.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el trabajo forzoso es "todo trabajo o servicio exigido a un individuo bajo la amenaza de una pena cualquiera y para el cual dicho individuo no se ofrece voluntariamente".
La mayoría de los casos se dan en el sector privado (un 86%), los relacionados con la explotación sexual comercial representan un 23% del total, cuyas víctimas son en su mayoría (casi cuatro de cada cinco) mujeres o niñas. Un 63% del total corresponde a sectores distintos de la explotación sexual.
De hecho, otro dato que sorprende es que casi una de cada ocho personas sometidas a trabajos forzados son niños y niñas (3,3 millones) y más de la mitad de ellos están en situación de explotación sexual comercial.
Aunque no todo el trabajo infantil se clasifica como una forma de esclavitud moderna, con frecuencia está vinculado a ella. Gran parte del trabajo infantil actual implica algún tipo de explotación económica. El artículo 32 de la Convención sobre los Derechos del Niño establece que todos los niños tienen derecho a ser protegidos frente a la explotación económica y a no realizar trabajos que resulten peligrosos, interfieran en su educación o perjudiquen su salud y su desarrollo físico, mental, espiritual, moral o social.
La Organización Internacional del Trabajo estima que hay 152 millones de niños en todo el mundo que trabajan, muchos incluso antes de aprender a leer o escribir. Y alerta sobre el flagelo del trabajo infantil, que quita a los niños y niñas la posibilidad de desarrollar su infancia con normalidad, los aleja de la escuela y afecta a su dignidad.
De acuerdo con datos de ACNUR, sólo el 67% de los niños refugiados están escolarizados en primaria. Muchos de estos niños que no van a la escuela tienen que trabajar para ayudar a su familia, de manera que la causa de su falta de escolarización está íntimamente ligada con el trabajo infantil.
Otra causa de este grave problema es cuando las niñas y niñas están solos, sin padres ni tutores, es decir, sin un respaldo familiar que les garantice el acceso a los medios básicos para su subsistencia. A muchos menores no acompañados no les queda más remedio que buscarse un trabajo para sobrevivir.
Según Naciones Unidas el matrimonio infantil y forzado es una violación de los derechos humanos y una práctica nociva que afecta de forma desproporcionada a las mujeres y las niñas en todo el mundo, impidiéndoles vivir sus vidas libres de toda forma de violencia.
El matrimonio infantil (menores de 18 años) se considera una forma de matrimonio forzado. Esto amenaza su futuro, ya que les priva de su capacidad de decisión sobre sus vidas y las hace más vulnerables a la violencia, el abuso y la discriminación.
De acuerdo con datos del Fondo de Población de las Naciones Unidas (FNUAP), 14,2 millones de niñas son obligadas cada año a contraer matrimonio forzado y a una edad muy temprana. Esto significa una privación de los derechos humanos fundamentales, tanto en el acceso a la educación como en la posibilidad de planificar su futuro a largo plazo. Según UNICEF, más de 650 millones de mujeres vivas hoy en día se casaron cuando eran niñas, 28 niñas cada minuto.
Las mujeres refugiadas son especialmente vulnerables a los matrimonios forzados y los países donde se registra la mayor tasa de esta otra forma de esclavitud en el siglo XXI son Chad, Níger y República Centroafricana.
Según el informe de la Organización Internacional del Trabajo la esclavitud moderna proponen tomar medidas conjuntas y lo más rápidas posibles para poder avanzar de manera significativa en la lucha contra ella. Algunas de estas medidas serían:
Pero sin duda, una de las mayores armas para luchar contra la esclavitud moderna es la educación. Gracias a la educación se puede proteger a los niños y niñas del reclutamiento forzado, el trabajo infantil, la explotación sexual y el matrimonio infantil. La educación les protege y empodera, dándoles conocimientos y habilidades para llevar vidas independientes y poder construir sus vidas.