Cuando estalló la guerra, algunos de estos niños refugiados sirios no habían nacido. Otros tenían apenas uno o dos años. En su más tierna infancia tuvieron que dejar su casa, sus juguetes, su colegio, sus familias, sus amigos...
Hoy, las miradas de estos niños sirios reflejan el sentimiento de crecer en una guerra, sin patria ni hogar. Quienes perdieron a su padre, corren el riesgo de convertirse en apátridas. Las madres sirias no pueden dar su nacionalidad a los hijos de su sangre, nacidos en el exilio.
6 años después del estallido de un conflicto que les ha robado la infancia, algunos viven en campos de refugiados en Jordania, Líbano o Turquía. Otros siguen viviendo en un país en guerra, intentando escapar de ciudades destruidas en las que un día su vida se parecía a la de cualquier otro niño.