Hay más de 122 millones de personas desplazadas y refugiadas en el mundo. 56 millones son mujeres y niñas. Muchas de ellas han tenido que dejar su hogar solo por el hecho de ser mujeres y en su huida se encuentran muchos más peligros que un hombre. A pesar de tenerlo todo en contra, estas mujeres luchan por sobrevivir y su resiliencia y esperanza de futuro les ilumina en los momentos más oscuros. Y es que a pesar de perderlo todo, su dignidad y sus sueños permanecen intactos. Estas son historias de empoderamiento de varias mujeres refugiadas.
ACNUR trabaja cada día para proteger, ayudar, educar y empoderar a las mujeres y a las niñas refugiadas. Ayúdalas a tener el presente y el futuro que merecen.
ACNUR prioriza la igualdad de género y la participación de las mujeres en diversos ámbitos. Su labor es clave en la ayuda a las mujeres y niñas desplazadas y refugiadas del mundo. Estos son algunos datos que muestran el trabajo que realiza la organización:
Nyayier Deng y Nyamagch Tul participan en un programa de compresas higiénicas en el campo de Jewi (Etiopía), que les permite sentirse realizadas y poder mantenerse a sí mismas y a sus familias.
Nyayier Deng es de Nasir, en Sudán del Sur. Tiene 38 años y 7 hijos y lleva tres en este programa. Le gustaría continuar con este trabajo y ampliar el negocio cuando vuelva a su país natal. Poder enseñar a otras personas a elaborar estas compresas que suponen un beneficio muy importante para las mujeres en su día a día. Una idea innovadora para ellas, que pueden utilizar y que les cambia la vida. Para ellas, estar con la menstruación suponía estar dentro de casa sin salir.
La otra beneficiaria de este proyecto es Nyamagch Tul, también de Nasir (Sudán del Sur). Ella tiene 30 años y tres hijos. Lleva 10 años en el campo y menos de un año en este programa. Le gusta estar aquí y le encanta este trabajo porque le permitirá mantenerse a sí misma y a su familia, sobre todo cuando vuelvan a Sudán del Sur. Le gustaría poder hacer negocios en la comunidad y tener muchos clientes. "Las compresas son importantes para nosotras como mujeres", dice Nyamagch.
Noor es una joven poeta de 23 años de Dara'a (Siria) que buscó asilo en Jordania con su familia en 2015, tras el estallido de la guerra en su país natal. Apasionada de la escritura, Noor recurrió a la poesía como medio de expresión tras vivir en un campo de refugiados durante los últimos nueve años. Aunque antes le encantaba dibujar y pintar, el aislamiento prolongado y la desolación de la vida en el campo disminuyeron su deseo de crear arte visual. En su lugar, encontró consuelo en la escritura, canalizando sus emociones a través de la poesía.
Noor es autora de un libro titulado "I am a refugee", que documenta las luchas diarias, los recuerdos y las esperanzas de las personas refugiadas que encontró en el campo de Zaatari. Este campo, cerca de la frontera septentrional de Jordania con Siria, se ha convertido en un emblema del desplazamiento de sirios por todo Oriente Medio tras la crisis de 2011. Zaatari, gestionado por ACNUR en coordinación con el Gobierno de Jordania desde su inauguración en 2012, acoge a unos 80.000 refugiados sirios.
Ella es Mahoro Florence. Es refugiada y empresaria congoleña de 38 años y tiene una mototaxi. Tuvo que huir de la horrible violencia en su aldea cerca del territorio de Rushturu, en la provincia de Kivu Norte de la República Democrática del Congo. Desde 2018 vive en el campo de refugiados de Rwamwanja, en el distrito de Kamwenge, al suroeste de Uganda.
Tiene que trabajar para poder mantener a su familia, ya que es madre soltera de ocho hijos, dos de ellos adoptados recientemente. Gracias a las políticas progresistas de Uganda, ha podido trabajar para mantenerse gracias a varias actividades que realiza, que incluyen un proyecto avícola, y una granja de arroz que comparte con un grupo de mujeres que tienen experiencias similares, donde ella ejerce de presidenta.
"La mayoría de las mujeres del grupo son madres solteras como yo. Tenemos un plan de ahorro en el que reunimos dinero en un fondo común, lo que nos permite prestar una parte a quienes más lo necesitan. El dinero nos ayuda a comprar libros y ropa para nuestros hijos. También guardamos algo de dinero que utilizamos para comprar pesticidas para la granja", dice Mahoro.
Ella es Ange Rukenura, refugiada congoleña en Uganda. Tuvo que huir cuando los rebeldes llegaron a su casa, mataron a su madre y secuestraron a su padres. Logró escaparse y salvar su vida. Ahora solo quiere rehacer su vida y estar a salvo.