Cuando las temperaturas empiezan a descender algo tan aparentemente sencillo como una manta o un calefactor puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte. Cuando has tenido que huir de tu hogar prácticamente con lo puesto, cuando no tienes un techo en el que resguardarte... tu vida se puede convertir en una auténtica pesadilla.
La llegada del invierno provocará un mayor sufrimiento a las personas que lo han perdido todo y luchan por sobrevivir. Esta es la situación a la que se enfrentan millones de personas refugiadas y desplazadas en el mundo. Por eso, hay que ir preparando a las familias para la llegada de las bajas temperaturas.
Colabora con ACNUR para que podamos hacerles llegar algo de calor en la estación más dura del año.
Hay países del mundo donde las temperaturas en invierno pueden llegar a ser extremas y donde, además, hay una gran cantidad de personas desplazadas y refugiadas que no tienen las condiciones necesarias para protegerse del frío. ACNUR ayuda a estas personas a sobrellevar el invierno de la mejor manera posible. Los meses más duros son de diciembre a marzo, por eso es clave ir preparándolas antes de que bajen mucho las temperaturas.
Los países en los que ACNUR tiene la campaña de invierno son:
La escalada del conflicto en Gaza a Líbano y Siria hará que este sea el peor invierno en años para muchas de las familias de la región. Los nuevos ataques en Líbano han provocado miles de desplazamientos y que más de 1 millón de personas se encuentren en situación de emergencia humanitaria. Esta situación añade presión a los esfuerzos regionales para atender a la población siria desplazada en Líbano, Jordania y dentro de la propia Siria. Por ello, ACNUR tendrá que redoblar los esfuerzos este invierno para asegurar su protección y bienestar. Sus equipos en los tres países están proporcionando calefactores e iluminación solar, reparando y aislando refugios, ayuda en efectivo y acceso a servicios sanitarios.
Con el estallido del conflicto en Sudán en 2023, más de 400.000 sudaneses han encontrado refugio en Egipto. Allí, ACNUR trabaja para su integración en el país y les prepara de cara al que será para muchos su primer invierno enfrentando temperaturas por debajo de los 10 grados. Además distribuir artículos para el invierno como mantas o aislantes y efectivo para hacer frente al aumento de los gastos por la calefacción, ACNUR también atenderá las enfermedades crónicas que muchos refugiados arrastran por el conflicto y que corren el riesgo de empeorar con la bajada de temperaturas.
Las y los refugiados ucranianos van a pasar otro invierno envueltos en un conflicto sin visos de acabar. Para los que se encuentran lejos de casa, ACNUR hace hincapié en su bienestar físico y mental. Por ello, en Moldavia, además de dar ayuda en efectivo para los más necesitados, también proporcionará atención psicológica a las personas con alguna discapacidad y a las supervivientes de violencia sexual y de género. Dentro de Ucrania, donde los ataques a infraestructuras no cesan, se reforzará un año más la reparación y aislamiento de refugios: proporcionando materiales de construcción, reparando ventanas y techos o garantizando sistemas de calefacción en los hogares, que permitan afrontar el invierno en condiciones dignas.
En Afganistán y en los países vecinos, como Pakistán, las familias han sufrido décadas de conflictos, así como catástrofes naturales recurrentes. Para proteger a la población de los duros inviernos de la región, ACNUR está reparando y construyendo refugios y proporcionando calefactores para mantener calientes los hogares. En las comunidades que han sufrido los últimos terremotos e inundaciones, ACNUR quiere garantizar iluminación segura en las calles para el invierno, instalando farolas solares. Además, se tiene en cuenta la situación actual de desplazamiento, donde muchos refugiados afganos vuelven al país sin apenas recursos. En este sentido, las ayudas en efectivo serán clave en el plan de protección para este invierno.
Ziagul Rahimi, de 25 años, perdió a sus padres y ahora vive en la aldea rural de Fooladi (Afganistán) junto a la familia de su hermana. No hay transporte público donde vive, así que la población tiene que depender de minibuses o taxis. A menudo tardan hasta dos horas en llegar a la ciudad y a su escuela. Está estudiando un curso de matronas dirigido por ACNUR y un socio local. El programa ayuda a combatir las altas tasas de mortalidad materna e infantil formando a mujeres jóvenes para que trabajen como profesionales sanitarias cualificadas en aldeas remotas, que pueden quedar aisladas durante meses a causa de las condiciones meteorológicas extremas y las fuertes nevadas invernales.
Ziagul explica: "Me enteré del programa por unos amigos y decidí presentarme. El proceso de solicitud fue muy duro, pero maravilloso, ya que me aceptaron". Y es que los solicitantes tuvieron que someterse a varias pruebas y entrevistas, y de entre 400 aspirantes, Ziagul consiguió una de las 40 plazas disponibles ese año. Las alumnas seleccionadas proceden de varios distritos de las provincias de Bamyan y Daikundi, y se desplazan a estudiar a la ciudad de Bamyan.
La joven ve en sus estudios de matrona una gran oportunidad, no sólo para ella, sino para su comunidad: "Me encantaría trabajar para ayudar a mi pueblo". Explica que a veces el programa le resulta duro porque tiene que recorrer un largo trayecto hasta la escuela en el pueblo, y tiene que compaginar sus clases con muchas horas de estudio en casa, además de hacer las tareas domésticas. Al igual que Ziagul, todos los participantes en el programa proceden de zonas rurales, donde el acceso limitado a la atención sanitaria puede significar la diferencia entre la vida y la muerte. Ella dice que ésta es una de sus fuerzas motrices: "Cuando me gradúe, me gustaría conseguir un trabajo en una zona alejada de la ciudad, cubriendo aldeas en las montañas y valles remotos".
En lo alto de las montañas de Bamyan, el agricultor Alijuma Nikbakht, de 55 años, y su familia viven en una nueva casa con un calefactor tradicional, llamado bukhari. Alijuma, su mujer y sus seis hijos vivían antes en una vieja casa de barro y madera casi en ruinas. La nueva casa de dos habitaciones tiene un bukhari nuevo que les permite pasar el invierno protegidos del frío.
Esto es posible gracias a ACNUR y su socio local, la Asociación Social Técnica de Watan que han ayudado a 14 familias de la aldea de Qala-e-Sabzi, en la zona montañosa de Bamyan, con refugios y bukharis.
"Nuestro nivel de vida ha mejorado mucho, y en lugar de tener sólo lo básico, como una casa caliente, podemos tener nuevos sueños y planes, como electricidad o un sistema de tuberías para llevar agua potable a la aldea."
Alijuma Nikbakht