La solidaridad que muestran los desplazados es admirable. Comparten lo poco que tienen, se cuidan unos a otros e incluso multiplican sus responsabilidades. Claro ejemplo es el caso de Prosper Ndizeye, de 26 años de edad. Después de recibir amenazas de un grupo armado, tuvo que abandonar rápidamente su aldea en 2016. Ahora vive con su esposa, su hija de tres años y un niño de 12 años que se unió a ellos durante su huida.
Teme que los padres del niño estén muertos. Los cuatro viven en la zona de Masisi, provincia de Kivu Norte. No viven solos, sino que han de compartir su parcela con otra familia de desplazados, formada por una viuda con siete niños.
Después de tener que huir de su aldea, dejando todo atrás y teniendo que comenzar una nueva vida en un sitio desconocido para ellos, la familia de Prosper demuestra su solidaridad y humanidad acogiendo un nuevo miembro y compartiendo los escasos recursos con otra familia numerosa. Son de una generosidad sobresaliente.
“Traté de encontrar a sus padres, busqué en todas partes, pregunté a las autoridades locales, pero nadie sabe dónde están”.
Prosper Ndizeye.