En el mundo hay más de 43 millones de mujeres y niñas son desplazadas forzosas. En muchos casos, han huido de prácticas tan atroces como la mutilación genital femenina o de conflictos armados. Desgraciadamente, solo por el hecho de ser mujeres, tienen muchos más riesgos en su huida, ya que corren el peligro de caer en redes de tráfico sexual, de ser forzadas a casarse, secuestradas o violadas. Por otro lado, cuando surge un conflicto armado se produce una separación de la familia porque normalmente los hombres tienen que quedarse a luchar y son las mujeres las que huyen con sus hijos y deben hacerse responsables solas del cuidado familiar.
Lograr la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres es uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas para 2030. El empoderamiento entendido como un proceso hacia la emancipación y la toma de decisiones que conseguirá disminuir la desigualdad y discriminación que impide a las mujeres la plena participación en las esferas económica, política y social, así como el pleno disfrute de todos los derechos.
A todo esto hay que unirle que la población refugiada se enfrenta a conflictos que se alargan durante muchos años por lo que la independencia económica y emocional de las mujeres es vital para que adquieran mayor confianza en sí mismas y puedan ser responsables de su vida y de su familia.
ACNUR pone el foco en las mujeres refugiadas, desplazadas forzosamente y apátridas trabajando para ofrecerles la asistencia, el apoyo y la protección que necesitan. Planifica todas sus operaciones con un enfoque de género y se esfuerza por ofrecerles acceso a formación y capacitación para que puedan construir un futuro mejor para ellas y sus familias. La Agencia trabaja con la comunidad para generar conciencia de la necesidad de igualdad y participación activa de las mujeres en el funcionamiento de los campos y la toma de decisiones.
ACNUR se encarga de garantizar albergues seguros para que tengan la privacidad necesaria, establecer sistemas de distribución de alimentos justos, instalaciones sanitarias separadas. Ayudan a las mujeres a mejorar sus habilidad de liderazgo, traspasar las barreras de la educación y por tanto, a que tengan más oportunidades tanto ellas como sus hijos, familias y comunidades
Hoy, podemos hacer algo por ellas.
El acceso a la educación es un derecho humano fundamental y es especialmente necesario en las refugiadas, ya que para muchas niñas sigue siendo una utopía. Cuando una niña se convierte en refugiada, tendrá la mitad de posibilidades de cursar educación secundaria. Según la UNESCO, si todas las niñas completasen sus estudios de educación primaria, los matrimonios infantiles caerían un 14% y si terminasen la secundaría caería un 64%. Y siguiendo con datos tan reveladores como estos, un estudio del Banco Mundial asegura que cada año adicional de escuela puede aumentar el poder adquisitivo futuro de una niña hasta en un 20%.
La salud y la educación también están relacionados, ya que cuanta más educación reciben las mujeres y niñas refugiadas más conscientes son de los beneficios de la nutrición y el saneamiento. Y es que la diarrea es la tercera causa de mortalidad infantil y si las mujeres finalizasen la educación primaria y la secundaría se reduciría un 8%, y un 30% respectivamente. En un entorno como un campo de refugiados este peligro se agrava por la falta de medidas de higiene.
La educación es esencial para las niñas refugiadas y realmente puede salvarles la vida. La escuela les aporta una rutina, objetivos, normalidad, un espacio en el que están seguras, libres de las cargas que tienen como personas refugiadas, algo que es vital para niños y niñas. Pero, mucho más para las niñas que son especialmente vulnerables a la violencia sexual o la explotación.
Sin educación, la brecha de género se perpetúa.
Foto: © ACNUR/Oxygen Empire Media Production