Después de que Mosul fuera liberada del Estado Islámico, la familia de Abed pudo regresar a casa. Tenían suerte de volver a vivir entre cuatro paredes, aunque sin electricidad o agua potable en una ciudad por reconstruir. Cuando llegó el invierno, esta estufa de gas y unas cuantas mantas proporcionadas por ACNUR hicieron posible mantener calientes a sus hijos por la noche.
Un año más, cuando se acerca el invierno, muchas familias en Siria e Irak dependen de la ayuda humanitaria para poder calentarse. Y un año más, la falta de fondos para poder llegar a todos hace más necesario que nunca tu ayuda para enviar una estufa y unos bidones de combustible para mantener el calor.
Cocinar y conservar la comida, calentarte o refrescarte, hablar con familiares que viven lejos, estudiar, ir al médico o a la tienda o moverte libremente de forma segura son algunas de las cosas que los refugiados pueden hacer gracias a la luz eléctrica. Además, tener electricidad puede evitar prácticas como la prostitución o venta de bienes necesarios. En invierno, en muchos países a las cinco o las seis de la tarde es de noche. El día se termina para millones de refugiados que viven en campos, lejos de su hogar, sin luz eléctrica. Solo tienen unas pocas horas al día para desarrollar todas las actividades. Muchas de ellas, no pueden llevarse a cabo sin luz. La luz es mucho más que luz para la población refugiada.