“Mi mayor dolor es la desaparición de mi hija de siete años, que fue secuestrada por hombres armados”, cuenta Joelle. Ella se vió obligada a huir de su casa en junio de 2019 cuando, tras un ataque armado, grupos de rebeldes asaltaron su aldea en el territorio de Djugu, provincia de Ituri. “Vine aquí sin nada. Soy una mujer valiente”, dice Joelle, de 52 años, que ahora vive segura en Bunia, con una familia de acogida.
Su principal fuente de ingresos proviene de ACNUR: es una obrera más en la construcción de refugios para desplazados. Un trabajo exigente, pero a la vez reconfortante para ella, ya que, como indica: “No le temo al trabajo duro, especialmente si puedo ayudar a construir un refugio para otras mujeres desplazadas. Las mujeres necesitan refugio. Es muy peligroso para una mujer no tener un lugar seguro para vivir, sobre todo cuando hay hombres con armas de fuego por ahí”.
ACNUR no solo construye refugios, sino que también intenta que su construcción sea una actividad generadora de ingresos para la comunidad local, promoviendo el uso de materiales locales y la contratación de mujeres obreras en los proyectos de construcción y rehabilitación. De esta forma, se empodera a las mujeres y se les ofrece una fuente de ingresos alternativa, evitando así el sexo por supervivencia como forma de ganarse la vida.
“Es muy peligroso para una mujer no tener un lugar seguro para vivir, sobre todo cuando hay hombres con armas de fuego por ahí.”
Joelle