Cualquier persona puede ser víctima de violencia sexual y de género pero el riesgo es aún mayor para las mujeres y las niñas. Se estima que una de cada tres mujeres sufrirá violencia física o sexual en el transcurso de su vida.
736 millones de mujeres han sido víctimas de violencia física y/o sexual al menos una vez en su vida. El riesgo de sufrir esta violencia aumenta considerablemente cuando las personas se ven forzadas a abandonar sus hogares.
Desgraciadamente, en tiempos de guerra, la violencia sexual se ha convertido en un arma cruel y devastadora.
Miles de mujeres y niñas refugiadas y desplazadas son víctimas de violaciones sistemáticas utilizadas como estrategia de terror, opresión y destrucción de comunidades. El 70% de las mujeres en conflictos, guerras y crisis humanitarias experimentan violencia de género y, la violencia sexual y el acoso, forma parte de este tipo de crueldad contra la mujer.
Esta brutal realidad no puede seguir siendo ignorada. La violación como arma de guerra es un crimen que debe ser condenado y erradicado. Es urgente que los gobiernos, las organizaciones internacionales y la sociedad en su conjunto tomen medidas efectivas para proteger a las mujeres y garantizar justicia para las sobrevivientes.
No podemos permanecer en silencio mientras miles de mujeres sufren estas atrocidades. Súmate a nuestra causa y ayúdanos a alzar la voz para detener la violencia sexual utilizada como arma en los conflictos.
La mitad de la población refugiada en el mundo son mujeres y niñas. Muchas de ellas han tenido que huir solo por el hecho de ser mujeres. Ellas se exponen a muchos riesgos antes, durante y después de su huida, ya que, en ocasiones, son víctimas de violencia sexual y de género, mutilación genital o el matrimonio infantil. Algo tan cotidiano como recoger agua o ir al baño puede ponerlas en riesgo. Por eso, merecen una protección especial.
ACNUR trabaja para proteger, ayudar, educar y empoderar a las mujeres y a las niñas refugiadas. Ayúdalas a tener el presente y el futuro que merecen.
ACNUR pone el foco en las mujeres refugiadas, desplazadas forzosamente y apátridas trabajando para ofrecerles la asistencia, el apoyo y la protección que necesitan. Planifica todas sus operaciones con un enfoque de género y se esfuerza por ofrecerles acceso a formación y capacitación para que puedan construir un futuro mejor para ellas y sus familias. La Agencia trabaja con la comunidad para generar conciencia de la necesidad de igualdad y participación activa de las mujeres en el funcionamiento de los campos y la toma de decisiones.
ACNUR se encarga de garantizar albergues seguros para que tengan la privacidad necesaria, establecer sistemas de distribución de alimentos justos, instalaciones sanitarias separadas. Ayudan a las mujeres a mejorar sus habilidad de liderazgo, traspasar las barreras de la educación y por tanto, a que tengan más oportunidades tanto ellas como sus hijos, familias y comunidades
Hoy, podemos hacer algo por ellas.
El acceso a la educación es un derecho humano fundamental y es especialmente necesario en las refugiadas, ya que para muchas niñas sigue siendo una utopía. Cuando una niña se convierte en refugiada, tendrá la mitad de posibilidades de cursar educación secundaria. Según la UNESCO, si todas las niñas completasen sus estudios de educación primaria, los matrimonios infantiles caerían un 14% y si terminasen la secundaría caería un 64%. Y siguiendo con datos tan reveladores como estos, un estudio del Banco Mundial asegura que cada año adicional de escuela puede aumentar el poder adquisitivo futuro de una niña hasta en un 20%.
La salud y la educación también están relacionados, ya que cuanta más educación reciben las mujeres y niñas refugiadas más conscientes son de los beneficios de la nutrición y el saneamiento. Y es que la diarrea es la tercera causa de mortalidad infantil y si las mujeres finalizasen la educación primaria y la secundaría se reduciría un 8%, y un 30% respectivamente. En un entorno como un campo de refugiados este peligro se agrava por la falta de medidas de higiene.
La educación es esencial para las niñas refugiadas y realmente puede salvarles la vida. La escuela les aporta una rutina, objetivos, normalidad, un espacio en el que están seguras, libres de las cargas que tienen como personas refugiadas, algo que es vital para niños y niñas. Pero, mucho más para las niñas que son especialmente vulnerables a la violencia sexual o la explotación.
Sin educación, la brecha de género se perpetúa.
Foto: © ACNUR/Oxygen Empire Media Production