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Carlos acababa de cumplir los 18 años cuando, un día, paseando por su ciudad natal en Honduras, recibió una paliza y tuvo que ser hospitalizado. El motivo no era más que el de su orientación sexual, algo que ha hecho a cientos de personas como él huir de este país por miedo a la violencia: “Me golpearon feo, me llevaron al hospital. Me dijeron que me fuera de la colonia porque si no me iban a matar”.
Poco después, Carlos decidió huir del país y llegar hasta la frontera de México en un recorrido lleno de peligros para jóvenes y menores que se adentran en solitario en una ruta donde traficantes y mafias acechan. Otros, no han tenido tanta suerte.