La reconstrucción de los lugares que han sufrido los efectos de la guerra es un proceso lento. Es la suma de numerosas acciones encadenadas que promueven e impulsan el...
La reconstrucción de los lugares que han sufrido los efectos de la guerra es un proceso lento. Es la suma de numerosas acciones encadenadas que promueven e impulsan el movimiento por la paz y el restablecimiento del bienestar de las personas en un lugar determinado.
La paz no es un concepto abstracto. Por el contrario, se traduce en actos constructivos que permiten que un lugar sea mejor de lo que fue antes.
En contextos de reconstrucción, la paz no es sinónimo de inmovilismo. Equivale a salud, educación, fomento cultural, participación y, en última instancia, a la mejora del bienestar general de quienes interactúan y conviven en un mismo espacio.
La reconstrucción de los lugares que han sufrido la guerra no consiste necesariamente en poner en pie los edificios y activar sus infraestructuras. Si lo que se quiere es impulsar un verdadero movimiento por la paz, dicha reconstrucción también debe ser social.
Es decir, es necesario contar con la participación de quienes sufrieron de una u otra forma los efectos de la guerra y aspiran a la reconciliación.
Las secuelas emocionales, el miedo, la intolerancia, la falta de respeto por los otros y la violencia en sus diferentes niveles son asuntos que merecen tanta o más atención que la reconstrucción de un puesto de salud, una escuela o el edificio municipal.
ACNUR es un organismo que, además de prestar ayuda a los refugiados en diferentes partes del mundo, está presente en contextos que se preparan para iniciar el proceso de reconstrucción tras conflictos armados intensos y a veces largos. Encontramos iniciativas de este tipo en países como Colombia o Afganistán. Veamos:
Colombia dio el paso para poner fin a su conflicto interno con la firma de los acuerdos de paz entre el Gobierno y las FARC en 2016. Desde entonces, han surgido numerosas iniciativas de paz para iniciar el proceso de reconstrucción de las regiones más golpeadas por la violencia en estas cinco décadas.
Una de ellas es el proyecto teatral “Mi cuerpo, un canto de paz”, el cual cuenta con el apoyo de ACNUR y de otras asociaciones del sur de Colombia que buscan promover valores como la igualdad de la mujer, los derechos de justicia, verdad y reparación tras el conflicto y la reconciliación. Gracias a impactantes recursos visuales y sonoros, las historias de las mujeres víctimas de la guerra cobran un sentido distinto y preparan el terreno para la paz.
La pequeña aldea de Qurbat, ubicada en el centro de Afganistán, era conocida por la suave brisa que se deslizaba desde las montañas de Hindu Kush. Esto fue antes de la guerra, en 1999, cuando el grueso de sus pobladores huyó a otras regiones o a terceros países. Sin embargo, muchos de ellos han decidido volver e iniciar la reconstrucción del sitio que alberga una parte de su pasado.
ACNUR colabora desde 2015 en la instalación de una planta de energía eólica en la que también participan algunos de los pobladores. Es la primera en toda la región. El objetivo es aprovechar las corrientes de aire que allí se cruzan para que los habitantes de la aldea tengan acceso a energía limpia, fiable y sostenible. Desde entonces, más familias han decidido regresar a Qurbat.
Ayuda a los refugiados