El Informe Anual de Salud Pública realizado por ACNUR destaca los importantes avances logrados en la inclusión de los refugiados en los sistemas nacionales de salud de los países de acogida y el esfuerzo de muchos países para incluir a los refugiados en los planes de seguro de salud y otros pilares de la protección social para poder recibir atención médica.
“Con la mayoría de los refugiados, el 84 por ciento, alojados en regiones en desarrollo donde los servicios básicos ya son limitados, los sistemas nacionales de salud necesitan ahora más apoyo que nunca para garantizar que los refugiados y las comunidades locales puedan acceder a servicios de salud esenciales y vitales”, dijo El Alto Comisionado Auxiliar para las Operaciones de ACNUR, George Okoth-Obbo.
Aunque la tasa de malnutrición mejoró en 2018, ACNUR está sumamente preocupado por los altos niveles de anemia y de retraso en el crecimiento de muchas de las personas refugiadas.
La inseguridad alimentaria es una preocupación creciente de ACNUR. Muchas de sus operaciones de asistencia alimentaria han sufrido recortes en los últimos años y cada vez hay más países afectados. Esta situación es especialmente preocupante porque la mayoría no tiene otra forma de acceder a alimentos y carece de recursos económicos. Como consecuencia, algunos niños son sacados de la escuela para trabajar, mendigar y vender posesiones.
Se necesita financiación para dar alimento y atención médica a miles de niños que sufren desnutrición aguda y retraso en el crecimiento.
Según el Informe Anual de Salud Pública realizado por ACNUR, la tasa de mortalidad en niños refugiados menores de cinco años ha mejorado: ha pasado de un 0,4 en 2017 a un 0,3 en 2018. Sin embargo, entre las causas de mortalidad que afectan de manera especial a este grupo de edad se encuentra la desnutrición aguda, responsable del 4% de las muertes infantiles.
Las principales causas de mortalidad entre los refugiados son las relacionadas con problemas respiratorios, la malaria, enfermedades de la piel y diarreas.
A pesar de los continuos flujos de refugiados que se han producido en Myanmar, Sudán del Sur y la República Democrática del Congo, las tasas de mortalidad se han mantenido por debajo del umbral de emergencia en la mayoría de los asentamientos.
ACNUR y sus socios han respondido a los brotes de enfermedades en contexto de emergencia surgidos en distintas partes del mundo -como, por ejemplo, la difteria y el sarampión en Bangladesh o el cólera y la fiebre hemorrágica en Kenia y Uganda.
Según el informe, la integración de la salud mental en la atención primaria sigue siendo una prioridad. Las consultas de salud mental representaron menos del dos por ciento, 154.000, del total de consultas de salud de refugiados, unos 7,5 millones, en ACNUR y los centros de salud asociados en 2018.
En línea con los ODS, ACNUR trabaja para garantizar el acceso de los refugiados a agua potable de buena calidad y en cantidad suficiente, y para que los servicios de saneamiento e higiene, tanto en el hogar como en espacios públicos, incluidos mercados, escuelas e instalaciones sanitarias. La escasez de recursos hídricos, la mala calidad del agua y un sistema de saneamiento deficiente generan inseguridad alimentaria en familias pobres en todo el mundo.
Se estima que, para el año 2050, un 25% de la población mundial viva en un país afectado por escasez crónica y reiterada de agua dulce.
Actualmente, hay 25,9 millones de refugiados en todo el mundo. ACNUR solicita apoyo para poder llevar a cabo su labor de atención sanitaria a los refugiados a través de programas de salud. A mediados de 2019, solo está financiado el 30% del presupuesto global de ACNUR necesario para apoyar los servicios y programas de salvamento en 131 países.