El cambio climático dificulta, cada vez más, el poder proporcionar soluciones duraderas a las personas refugiadas y desplazadas, como son los retornos en condiciones de seguridad. La crisis climática ha convertido algunas zonas de retorno e integración en peligrosas para vivir o en demasiado frágiles para albergar a grandes poblaciones.
De hecho, según datos de ACNUR, el número de retornos ha ido disminuyendo progresivamente en las últimas décadas. De 1990 a 1999 se produjeron 15 millones de repatriaciones; de 2000 a 2009, 10 millones y en la última década esta cifra ha caído hasta los 3,9 millones.
La Agencia indica que, aunque las situaciones de conflicto prolongado y la inestabilidad son factores importantes, la emergencia climática podría explicar también esta tendencia a la baja de los retornos.
En algunos contextos, la interacción entre la crisis climática, la pérdida de medios de subsistencia o la exposición frecuente a fenómenos meteorológicos extremos puede dificultar o incluso impedir la posibilidad de retornar al lugar de origen de manera voluntaria y sostenible.
Si los impactos climáticos no se tienen en cuenta en las estrategias de repatriación e integración local, los refugiados y los desplazados internos pueden volver a estar en peligro y correr el riesgo de nuevos desplazamientos. Se necesita más investigación sobre el clima para abordar estas cuestiones.
Es importante apoyar a las comunidades acogida, especialmente a las que se encuentran en zonas climáticas críticas donde existe escasez de recursos.
Los retornos deben llevarse a cabo de manera planificada, y en zonas donde la crecida de los ríos o el aumento del nivel del mar no ponga en peligro a las personas refugiadas y desplazadas.
La emergencia climática podría hacer inhabitables muchas zonas del planeta en el futuro. Que sean o no habitables dependerá de la magnitud del impacto del cambio climático, pero también de la capacidad para responder a estos desafíos en términos sociopolíticos. Los países con menos recursos están menos preparados para afrontar el reto climático que aquellos que están dotados tecnológicamente y que cuentan con recursos económicos.
Fayez Jishan, de 13 años, llegó a Cox's Bazar como desplazado climático. Sus padres están muy débiles y no pueden trabajar. La familia tiene un caballo y se gana la vida entreteniendo a los turistas. La isla de Kutubdia, en Cox's Bazar, es conocida por tener la playa más larga del mundo y atrae cada año a miles de turistas. La isla ha reducido su tamaño a la mitad en 26 años. Antes, era verde y fértil; ahora, allí no crece nada.
Está previsto que el nivel del mar aumente un metro durante el próximo siglo. Si eso ocurre, se inundarían los hogares de millones de personas en Bangladesh. Al ritmo actual, en 25 años el nivel del mar habrá subido 20 centímetros, lo suficiente para anegar y arrasar la tierra y el agua potable de 10 millones de personas en el sur.
Aunque algunos efectos del cambio climático sean irreversibles, muchos de los retos futuros estarán determinados por las medidas actuales de reducción de emisiones.
Según informes de ACNUR, las personas que retornan suelen hacerlo a entornos urbanos, más que a sus lugares de origen. Esto requiere una respuesta diferente en materia de vivienda, infraestructura y acceso a servicios básicos.
Aunque algunos centros urbanos pueden ofrecer oportunidades en el mercado laboral, a menudo los desplazados climáticos no encajan en ese mercado porque tradicionalmente se han ganado la vida como agricultores o pastores.
Además, los agricultores, por lo general, cuentan con escasos ahorros o no tienen. Estas condiciones les hacen más vulnerables a la explotación y al abuso y les deja en una situación de indefensión.
Las actividades y programas de formación y capacitación de refugiados y desplazados pueden ayudar a crear soluciones adecuadas al contexto. Sin estos esfuerzos, los desplazados climáticos podrían formar una subclase urbana en sus nuevas comunidades.
El retorno sostenible de los desplazados internos y los refugiados a sus pueblos es clave para la paz y el desarrollo en Darfur (Sudán) y es el objetivo de un proyecto dirigido por ACNUR, en colaboración con otros socios, en Darfur Occidental, en el marco del Fondo para la Consolidación de la Paz (PBF).
Esta iniciativa se puso en marcha en 2020 para abordar algunos problemas que surgen cuando los desplazados forzados regresan a sus hogares. Se trata de resolver los conflictos sobre la tierra para facilitar los retornos. El proyecto PBF incluye Planes de Gestión de Tierras y Recursos Naturales, esenciales para apoyar una asignación y un acceso justo y equitativo a las tierras.
Para dar una respuesta adecuada, estos planes tienen en cuenta los riesgos medioambientales de cada zona.
ACNUR está preocupado por el riesgo creciente de desplazamiento de personas relacionado con el clima. Solo en 2020, los desastres naturales provocaron 30,7 millones de desplazamientos internos en más de 140 países, según el Centro para el Monitoreo del Desplazamiento Interno.
Además de entregar ayuda a las víctimas de terremotos, tifones o huracanes, ACNUR lleva soluciones a largo plazo a los desplazados forzados afectados por la crisis climática.
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