Como la magdalena de Proust, al cerrar los ojos, los olores y sabores despiertan los recuerdos y sentimientos más primarios. En dos capitales europeas, París y Ginebra, la comida árabe se ha convertido en un nexo de unión entre refugiados y locales.
Mohammad El Khaldy era un reconocido chef sirio cuando estalló la guerra. Tenía varios restaurantes y aparecía en programas de cocina en la televisión en Siria y Dubai. En 2011, acababa de comprar una casa para su familia cuando su vida cambió por completo.
"Empezamos a escuchar historias peligrosas. Vimos gente que moría”, recuerda. Cogieron algo de ropa, unas joyas de oro y 400 dólares y huyeron a Líbano con sus tres hijos, seguros de que pronto podrían volver.
Tras 12 días en barco, fueron rescatados en las costas italianas. En el camino, lloraba al ver que no podía dar de comer a sus hijos. Estaban desamparados, sin hogar. En 2015, Francia les reconoció como refugiados.
Al llegar a París, Mohammad se enteró de la iniciativa de dos empresarios franceses para cambiar la percepción de los migrantes. Buscaban cocineros experimentados entre los refugiados en Francia.
Once restaurantes de París abrieron sus cocinas a chefs de Siria, Sri Lanka, Chechenia, Irán e India. Él fue de los primeros en unirse al Festival de Comida de Refugiados. Desde ahí, llegó a la pasarela de la Semana de la Moda de París. Con cocina fusión de comida siria y francesa llevó al prêt-à-porter los sabores y olores de Oriente Medio con especialidades como baba ganoush, fattoush, kibbeh y baklava.
Aunque Mohammad ha conseguido relanzar su carrera, sueña con volver a Siria: “No puedo encontrar las palabras para decirte lo que Siria significa para mí. Pero hoy, no podemos volver”.
Cada semana, Ginebra puede degustar una comida árabe diferente cocinada por un chef internacional. Hoy le toca Aziz, de 29 años, refugiado sirio y el chef que cocinará en noche de la comida siria. Para ello ha elegido pollo asado con mucho ajo y limón. Su compañero, Fadi, prepara un típico postre sirio: baklava, un pastel dulce de hojaldre bañado en miel. La nostalgia le llevó a aprender a cocinarlo desde el exilio.
Chefs de distintos países preparan platos étnicos y se reúnen para compartir con la comunidad los sabores y recuerdos de su país. Los comensales les reciben deseosos por descubrir diferentes tradiciones culinarias. Pronto será la noche de la comida afgana.
Los cocineros son refugiados y solicitantes de asilo que viven en un refugio subterráneo en Ginebra. Aunque las condiciones son difíciles, el chef afgano está feliz. Cocinar es su pasión y quiere abrir su propio restaurante, algún día.
El evento lo organiza Cuisine Lab, la iniciativa de un emprendedor americano que acaba de volver de Atenas. Conmovido por la crisis de refugiados, vio una oportunidad para acercar a refugiados y locales con la comida y la cultura.
Además, organizan talleres de cocina y veladas de cocina social, en las que se elige un tema y los participantes aportan los ingredientes y cocinan juntos.