63 %
de niños y niñas refugiados escolarizados.
24 %
de adolescentes refugiados cursan educación secundaria.
3 %
de refugiados acceden a la universidad.
8.362
estudiantes con becas universitarias DAFI en 54 países.
Salam Al-Hariri, de 26 años, es una refugiada siria, madre y farmacéutica en prácticas en Ammán. Después de graduarse como becaria DAFI de la Universidad de Jordania en 2018, se está formando en una farmacia local y se ha convertido en un puente importante entre la comunidad siria y el sistema de salud.
Originaria de Daraa, Salam huyó de Siria con su madre y dos hermanos menores en 2012. Había comenzado a estudiar química en la Universidad de Damasco, pero tuvo que abandonar sus estudios después de dos semanas debido a la escalada de violencia en su país.
En Jordania, fue aceptada en el programa de becas de educación superior de ACNUR, DAFI (la Iniciativa Académica Alemana para Refugiados de Albert Einstein). Durante la crisis del coronavirus, publica videos en Instagram donde responde preguntas sobre salud de la comunidad y su farmacia entrega medicamentos a los más vulnerables.
Más de 800 estudiantes refugiados se han convertido en becarios DAFI en Jordania desde que comenzó el programa en 2013.
En la foto, Jackline Ndayishemeza, de 30 años, teje una cesta en el marco del proyecto MADE 51 en el asentamiento de Kalobeyei, mientras su hijo de 8 meses, Eritujibu, duerme. Jackline dejó Burundi cuando era joven y ha estado viviendo en campos de refugiados desde entonces. El campamento de Kakuma y el asentamiento vecino de Kalobeyei se encuentran en el noroeste de Kenia.
MADE 51 es una iniciativa de ACNUR que pone en circulación productos artesanales hechos por refugiados en el mercado global. Gracias a esta iniciativa de ACNUR, muchas personas refugiadas y de las comunidades de acogida pueden trabajar, tener un medio de vida que les proporcione un futuro y autonomía y, al mismo tiempo, desarrollar sus talentos artesanales.
Ecuador, ACNUR entregó 65 kits de higiene a refugiadas y mujeres ecuatorianas víctimas de violencia sexual y de género que se alojaban en el albergue Casa de la Mujer en Quito. Los kits contenían papel higiénico, jabón, pasta de dientes, compresas, desodorantes y toallitas desinfectantes y han sido distribuidos para prevenir la propagación del COVID-19.
Durante el confinamiento se ha producido un aumento de la violencia de género. Por eso, ACNUR ha estado intensificando sus esfuerzos para proteger a las refugiadas que han sufrido este tipo de situaciones.
1 millón
de refugiados acceden a fuentes de energía sostenibles para cocinar.
838.220
toneladas de emisiones de CO2 evitadas gracias al uso de fuentes limpias de energía.
4 operaciones
sometidas a auditorías sobre el uso de plástico.
En el campo de refugiados de Zaatari reciclan los viejos colchones de espuma para crear huertos hidropónicos gracias a un proyecto llevado a cabo por la Universidad de Sheffield en colaboración con ACNUR. Reducir, reutilizar y reciclar ayuda a amortiguar las consecuencias del cambio climático. Con estos cultivos se reduce la cantidad de agua necesaria para cultivar, se reutiliza un material que ya no sirve, como los colchones, y se reciclan otros para otros fines, como un vaso de plástico que ahora se utiliza para plantar una semilla.
En el campo, se enseña a los refugiados a aplicar este nuevo método de agricultura para poder realizar sus propios cultivos. Mantener sus hogares verdes les hace sentir como en casa.
55.000
personas reciben apoyo para su proceso de naturalización.
317.291
refugiados vuelven a sus países de origen.
63.726
reasentamientos facilitados.
Ayuda a los refugiados