Trabajo infantil: cuando la niñez refugiada se convierte en el sustento de sus familias Trabajo infantil: cuando la niñez refugiada se convierte en el sustento de sus familias

Trabajo infantil: cuando la niñez refugiada se convierte en el sustento de sus familias

5 de noviembre, 2021

Tiempo de lectura: 7 minutos

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Según la Organización Internacional del Trabajo de la ONU, los niños refugiados y desplazados internos son más vulnerables al trabajo infantil. Ahora, con la pandemia, su situación ha empeorado aún más.

Ali, Sam, Sultán, Manar, Jamal, Hajra son niños y niñas refugiados. Por sus edades, deberían estar en la escuela, construyendo su futuro o jugando, siendo simplemente niños. Pero sus circunstancias les obligan a trabajar para llevar dinero a casa.

Según informes de ACNUR, el conflicto, el hambre y el desplazamiento forzado obliga a muchos niños y niñas refugiados a asumir responsabilidades que no se corresponden con su edad. Sus familias lo han perdido todo durante la huida. Además, la crisis económica derivada de la pandemia de COVID-19 ha dejado a muchas de ellas en una situación muy precaria y ha obligado a miles de niños refugiados a trabajar para ayudar a sus familias a salir adelante. El trabajo infantil es una consecuencia de la pobreza.

Niños desplazados trabajando en el mar

152 millones

de niños de todo el mundo tienen que trabajar para ayudar a sus familias a sobrevivir.

1 de cada 10

niños está sometido al trabajo infantil. La mayoría de ellos vive en África y Asia.

La infancia siria sometida al trabajo infantil

Manar tiene 13 años. Hace meses que no va a la escuela. Es temporada alta de trabajo y tiene que hacer doble turno. “Necesitamos el dinero para sobrevivir”, dice. Es de Idlib, Siria. Tuvo que huir a Líbano con su familia cuando estalló la guerra en su país. Es la menor de siete hijos y, como la mayoría de sus hermanos ya están casados, es su responsabilidad mantener a su madre y a su padre, de edad muy avanzada.

Se levanta a las 6 de la mañana para ir a trabajar a un viñedo, junto con otros niños que también residen en el Valle de la Beka, en Líbano. Trabaja desde las siete de la mañana hasta la una de la tarde. "Nuestro trabajo consiste en atar los árboles recién plantados al trozo de metal que sobresale del suelo para que crezcan rectos. No trabajamos siempre en el mismo sitio, depende de la temporada. Antes eran campos de patatas, hoy es un viñedo, el mes que viene no sé qué será. Cualquier cosa, mientras haya ingresos".

Tras un breve almuerzo en el refugio de su familia, Manar comienza un segundo turno en un campo de patatas cercano. Las responsabilidades y un trabajo tan agotador han pasado factura a Manar: "Cuando dejamos Siria y vinimos aquí dejé de ser una niña. Crecí diez años en un día", asegura.

"Odio la palabra refugiado. No es una palabra justa. ¿Es justo que te etiqueten por algo que no has elegido? Ninguno de nosotros eligió ser refugiado. Nunca habríamos salido de Siria si hubiéramos podido elegir", dice Manar. Y añade: "Si vuelvo a Siria lo primero que haré será volver a la escuela".

Sultan también es un niño refugiado sirio. Tiene 11 años y trabaja empaquetando bolsas de carbón vegetal en una fábrica al lado del asentamiento donde vive, en la ciudad de Bebnine, en Líbano. Trabaja con otros tres niños desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde. Gana 4 dólares al día para su familia: "Quiero trabajar, mi padre sólo tiene un ojo, así que debo ganar dinero para ayudar a mi familia".

Trabajo infantil

"La escuela es más importante que el trabajo", dice Ali, de 13 años, un refugiado sirio de Alepo. "Pero tengo que trabajar para ayudar a mis padres". Ali asiste al Centro Ouzai, una escuela informal en una barriada del sur de Beirut, pero hace poco tuvo que faltar un mes porque tenía que trabajar durante todo el día.

Esta escuela se fundó en un barrio marginal al sur de Beirut para ofrecer a los niños una educación gratuita y sacarlos de las calles, donde acaban muchos niños refugiados debido a la pobreza. En mayo de 2019, el Centro de Ouzai, gestionado íntegramente con donaciones, se había quedado sin fondos y solicitó el patrocinio de ACNUR. La escuela, dirigida por la ONG Borderless, ofrece escolarización, alimentación, actividades y artículos de primera necesidad como material escolar, zapatos y ropa de abrigo, y da un respiro a la infancia de su vida en la calle y del trabajo infantil.

50 %

de los niños y niñas sirios no ha vivido un solo día de paz, según la ONU.

1 millón

de niños sirios han nacido en el exilio.

2021, Año Internacional para la Eliminación del Trabajo Infantil

Una de las metas del Objetivo de Desarrollo Sostenible 8 es “asegurar la prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil, incluidos el reclutamiento y la utilización de niños soldados, y, de aquí a 2025, poner fin al trabajo infantil en todas sus formas”. Vamos avanzando poco a poco. De hecho, en la última década, el trabajo infantil se ha reducido en un 38 %, pero todavía hay en el mundo 152 millones de niños que realizan trabajos físicamente agotadores.

Niños desplazados

La Convención sobre los Derechos del Niño recoge el derecho de la infancia a no trabajar y a estar protegido contra la explotación económica y contra la realización de trabajos que puedan ser peligrosos o perjudicar su salud o su educación. El próximo 20 de noviembre se celebra el Día Internacional del Niño precisamente para recordar que los derechos de la niñez deben ser respetados.

Según ACNUR, la educación puede servir de escudo contra el trabajo infantil. “La educación es un salvavidas para toda la niñez, y especialmente para aquellos que se han visto obligados a huir de la violencia y la persecución”, ha dicho Filippo Grandi, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados.

Yemen: un país sumido en la pobreza

Sam es un niño yemení desplazado. Cuando su familia huyó a Adén, tuvo que conseguir un trabajo de pescador para poder ayudarles. Su padre era profesor, pero perdió su empleo. Además, tiene que cuidar de la madre de Sam, que tiene una discapacidad que le impide caminar. Sam es el sustento de su familia.

Trabajo infantil niños desplazados

En otra ciudad, en Saada, vive Zahrah con sus ocho hijos. Tiene 50 años y es viuda. El deterioro de la situación en Yemen y el conflicto que dura ya más de cinco años ha sumido al país en la pobreza. Muchas familias se ven obligadas a tomar decisiones especialmente difíciles para sus hijos, exponiéndolos a riesgos de abuso y explotación. "Envío a todos mis hijos a mendigar comida todos los días", dice Zahrah. Muchos niños en Yemen tienen que trabajar, recurrir a matrimonios precoces o a la mendicidad para sobrevivir.

En la ciudad yemení de Sana’a, Jamal Mahmood, de 13 años, hace malabares con la escuela y el trabajo, vendiendo collares por la mañana en el mercado de la ciudad vieja antes de asistir a la escuela al mediodía. Su familia tuvo que huir de su hogar en Amran al comienzo de la guerra. Desde entonces, Jamal ayuda a sus padres, hermanos y abuelo ganando entre 80 céntimos y 3,5 dólares al día. Se cree que más del 10 % de la mano de obra de Yemen son niños que recurren a trabajos para ayudar a sus familias sumidas en la pobreza tras años de conflicto.

Trabajo infantil Yemen

La situación en Yemen es crítica. Hay 4 millones de personas desplazadas dentro del país y 20,7 millones necesitan ayuda humanitaria. 2,6 millones están al borde de la hambruna. Las mujeres y los niños representan el 79 % de la población desplazada.

Un perjuicio para su salud física y mental

Estos niños rohingyas refugiados en Bangladesh recorren cuatro kilómetros cada dos días para recoger leña cerca del campo de refugiados más grande del mundo, Kutupalong, en Cox’s Bazar.

Trabajo infantil rohingyas

72 millones

de niños trabajan en África

62 millones

de niños trabajan Asia.

70 %

de los niños que trabajan se dedican a la agricultura o el pastoreo.

Hajra, de ocho años, teje alfombras con otros niños en una aldea de refugiados afganos en Pakistán. Trabajan para un comerciante que luego las vende a clientes europeos. También hacen alfombras por encargo para otros refugiados en la Villa. Hajra dice que no le gusta tejer en absoluto, y que preferiría estar jugando, pero que así puede ayudar a su familia.

En otro continente, en África, Yacob Ibrahim, un niño refugiado sudanés pesca en un lago cerca de Yida, en Sudán del Sur. La familia de Yacob huyó de Sudán, como muchas otras. "Esto es un trabajo para mí. Lo hago para comprar bolígrafos y cuadernos para la escuela", dice. "Pesco los fines de semana y a veces durante la semana", añade.

Educación: el arma que salva vidas

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