Afganistán, olvidada otra vez

"Que Alá no lo permita, pero, si no recibimos más ayuda, tendremos que empezar a mendigar”, teme Mullah Ahmed (nombre ficticio por motivos de seguridad). Este desplazado interno afgano en Kabul está al cargo de 14 personas, miembros de su familia y la de su hermano, quien murió a causa de un ataque suicida con una bomba hace dos años. Afganistán enlaza conflictos desde hace cuatro décadas y el último repunte de violencia fue el verano pasado, cuando los talibanes se hicieron con el gobierno del país. Mullah y sus familiares se encuentran entre las 700.000 personas que tuvieron que huir de sus hogares en 2021 debido al conflicto. Aunque los combates parecen haber concluido, muchas personas desplazadas internas como ellos enfrentan una crisis aún más devastadora a causa del colapso económico provocado por el conflicto.

“Por mucho que el mundo esté legítimamente preocupado por la guerra en Ucrania, Afganistán está experimentando una crisis muy grave”, afirmó el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, durante su última visita a Afganistán, el pasado mes de marzo. Ese mismo mes, el 95 % de la población no comía lo suficiente. Según el Coordinador Humanitario de la ONU en Afganistán, el país se enfrenta a una crisis alimentaria de “proporciones incomparables”. Al mismo tiempo, el precio de los productos básicos está aumentando y la moneda afgana se está devaluando. Actualmente, Afganistán es una de las peores crisis humanitarias junto a emergencias como la de Yemen. Filippo Grandi, tras su paso por Afganistán, declaró el nivel 3 de emergencia, la cual se activa en situaciones excepcionalmente graves. Más de la mitad de la población del país depende de la asistencia humanitaria. Esto incluye a muchos desplazados internos, que a menudo viven en asentamientos improvisados en condiciones muy precarias.

Algunas familias han aprovechado el fin de los enfrentamientos y la asistencia que brinda ACNUR para volver a sus distritos de origen, donde hacen lo posible por adquirir alimentos y combustible, y por reparar sus casas. Sin embargo, familias como las de Mullah, que no tienen un hogar al cual volver y tampoco una fuente de ingresos, se encuentran en una terrible situación. “La ayuda económica es muy importante para nosotros. La necesitamos para comprar comida y algo de ropa de abrigo para los niños”, explica Mullah sobre el apoyo económico que recibió por parte de ACNUR el pasado invierno. Su refugio en Kabul es una vivienda cuyo dueño huyó de Afganistán conforme avanzaba el régimen talibán y este no le exige un alquiler.

En lo que va de año y a pesar de ser una emergencia olvidada e infrafinanciada, ACNUR ha dado asistencia y protección a más de 500.000 afganos, entre los cuales hay más de 136.000 personas que han recibido materiales de emergencia o asistencia financiera directa. Además, más de 470.000 personas se han beneficiado de centros de salud, escuelas, sistemas de agua potable y otras infraestructuras puestas en pie por ACNUR. Durante su última visita a Afganistán, Filippo Grandi aseguró que había mantenido conversaciones con el gobierno talibán sobre la educación de las niñas y los derechos de las mujeres, ya que para ACNUR es de vital importancia que puedan seguir estudiando y no sigan sufriendo situaciones de discriminación.