La violencia no cesa en República Democrática del Congo (RDC). Las tensiones se han acentuado desde que el gobierno lanzase en diciembre de 2019 una operación militar contra varios grupos armados activos en la región. A mediados de marzo se multiplicaron los contraataques de los grupos armados. Solo durante los meses de marzo y abril, en la provincia de Ituri 200.000 personas han tenido que huir de sus hogares por culpa de los ataques. Ante estos nuevos desplazamientos, ACNUR ha entregado material humanitario de primera necesidad y ha construido más espacios de alojamiento.
República Democrática del Congo vive la situación de desplazamiento más grande de África, con el 10% del número global de desplazados internos.
4,5 millones
de desplazados internos.
880.000
refugiados en once países africanos.
Como la violencia, el avance del COVID-19 en RDC tampoco se detiene. El país ya es el segundo en la región de África meridional en número de casos de coronavirus: 4.105 casos positivos confirmados a 7 de junio.
El brote de COVID-19 y la violencia impiden a las familias desplazadas regresar a sus hogares. La mayoría vive en sitios superpoblados donde es muy difícil mantener la distancia social, o con familias de acogida empobrecidas con acceso limitado al agua, a los sistemas de saneamiento y a las instalaciones de salud.
Para evitar la propagación de la enfermedad, ACNUR está fortaleciendo sus actividades de salud y saneamiento en los campamentos, sitios y centros de tránsito. También ha puesto en marcha medidas especiales para reducir el contacto físico y para seguir las recomendaciones del gobierno de RDC para evitar la propagación del virus. Además, hace entrega de ayudas económicas vía SMS.
ACNUR ha recibido recientemente 400.000 dólares para extremar las medidas de prevención contra la COVID-19 en la RDC.
Regina, en la foto, es una refugiada sursudanesa que vive en los asentamientos de Bele y Meri, en la provincia de Haut-Uele, en República Democrática del Congo. Tiene suerte de vivir al lado de uno de los 2.000 puntos de lavado de manos que ACNUR ha instalado en RDC como medida de prevención contra COVID-19. Muchos de estas instalaciones han sido construidos por los propios refugiados con materiales reciclados, como bidones y botellas de plástico
Hasta mayo de 2020, alrededor de 88.000 de los 2,2 millones de refugiados de Sudán del Sur vivían en República Democrática del Congo. El impacto que tiene la pandemia del COVID-19 en las personas refugiadas y los riesgos asociados a ella son enormes.
En este momento, los programas humanitarios que salvan millones de vidas penden de un hilo por culpa de la falta de fondos. De los 168 millones necesarios para atender esta emergencia, por el momento, solo se ha recibido un 20 %. Las condiciones de vida de los millones de desplazados a la fuerza en el país son ya terribles y podrían empeorar si no se recibe una inyección de efectivo rápidamente.
Los recursos son muy limitados y no está resultando fácil cubrir las necesidades más elementales de toda la población. ACNUR está trabajando para ayudar a los más vulnerables en la medida de lo posible, facilitando el acceso a artículos y servicios básicos, como salud, agua, saneamiento y educación.
La continua falta de financiación también socava los programas de alojamiento del ACNUR; en concreto, el trabajo que realiza para descongestionar los sitios desplazados.
Además, a finales de abril, las graves inundaciones en la provincia de Kivu Sur provocaron decenas de fallecidos y 80.000 se vieron seriamente afectadas. Por si fuera poco, el gobierno declaró a principios de junio un nuevo brote de ébola en Mbandaka, al noroeste del país.
Ayuda a los refugiados