La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés) publica El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo 2021, el informe sobre el hambre en el mundo más desolador hasta la fecha.
La lista de personas que pasan hambre crece dramáticamente, y lo hace a un ritmo superior al que crece la población mundial. Se está muy lejos de alcanzar el segundo Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS), que tiene como meta erradicar el hambre para 2030.
De hecho, según las previsiones, unos 660 millones de personas podrían seguir padeciendo hambre en 2030, en parte por los efectos de la COVID-19. Son 30 millones de personas más que si no hubiese tenido lugar la pandemia.
En 2020, el aumento de la inseguridad alimentaria equivalió a la suma de los cinco años anteriores. Casi una de cada tres personas en el mundo, 2.370 millones, no tuvo acceso a alimentos adecuados, lo que supone un aumento de casi 320 millones de personas en solo un año.
4 de cada 5
desplazados viven en países con altos niveles de inseguridad alimentaria y desnutrición.
9 de cada 10
países con mayor número de desplazados internos sufrieron una importante crisis alimentaria.
La inseguridad alimentaria y el desplazamiento forzado están estrechamente vinculados. Según un informe del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas sobre las repercusiones de la pandemia en el hambre y el desplazamiento, nueve de cada diez de las peores crisis alimentarias del mundo se producen en países con el mayor número de desplazados internos. Asimismo, el 80 % de las personas desplazadas viven en países de ingresos bajos y medianos y con altos niveles de inseguridad alimentaria.
Antes de la pandemia del COVID-19, los desplazados forzados ya corrían un alto riesgo de inseguridad alimentaria y desnutrición. Con la llegada de la crisis sanitaria, las medidas y restricciones implementadas en más de 220 países y territorios para contener la propagación de la COVID-19 han limitado la movilidad humana, las oportunidades de trabajar y de obtener ingresos, lo que ha dificultado el acceso de las personas desplazadas a alimentos.
Según dicho informe, la inseguridad alimentaria, especialmente cuando se combina con el conflicto, puede ser uno de los principales factores de desplazamiento forzado.
En los últimos años, el hambre se ha extendido entre las poblaciones desplazadas de países como la República Árabe Siria, Líbano, Afganistán y Yemen. Un número cada vez mayor de personas refugiadas y solicitantes de asilo pasan hambre. El impacto de la crisis sanitaria en la seguridad alimentaria se notará también a largo plazo, según el informe.
Chinar tiene 45 años y cinco hijos que alimentar. En 2016 un cohete lanzado sobre su casa en Kunduz (Afganistán) mató a su marido. Ella y sus cinco hijos tuvieron que huir a Kabul. Sin su esposo, que había sido el principal sostén de la familia, Chinar no tuvo más remedio que enviar a su hijo de 10 años a buscar la comida que los hoteles tiraban a la basura. Poner comida encima de la mesa ya era un reto diario antes de la pandemia. Con el cierre de la ciudad para detener la propagación del virus, los hoteles también interrumpieron su actividad y Chinar y su familia se quedaron, prácticamente, sin alimentos que comer. La familia depende de la comida que le regalan sus vecinos. Cuando los vecinos no tienen nada de sobra, “dormimos con hambre por la noche”, asegura Chinar.
“Durante el encierro, nos saltamos una o dos comidas al día. Solo les estaba dando agua a mis hijos”.
Chinar, desplazada afgana.
A finales de 2020, 16,9 millones de personas, el 42 % de la población de Afganistán, se enfrentaban a niveles alarmantes de inseguridad alimentaria. Según las estimaciones, este año casi la mitad de todas las niñas y niños afganos menores de cinco años corren riesgo de desnutrición aguda.
Por eso, ACNUR y sus socios se comprometieron a proporcionar alimentos y ayuda básica a 15,7 millones de personas afganas en necesidad durante 2021.
149 millones
de niños con retraso en el crecimiento.
45,4 millones
de niños sufren emaciación o adelgazamiento patológico.
9 de cada 10
niños con retraso en el crecimiento y emaciación viven en África y Asia.
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