La salud mental de las personas refugiadas, una pandemia silenciosa La salud mental de las personas refugiadas, una pandemia silenciosa

La salud mental de las personas refugiadas, una pandemia silenciosa

10 de octubre, 2023

Tiempo de lectura: 6 minutos

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A pesar de ser un derecho humano universal, una de cada ocho personas en el mundo padece algún problema de salud mental, según la OMS. Este derecho es extremadamente difícil de proteger en la población refugiada. Hoy, 10 de octubre, es el Día Mundial de la Salud Mental y es una oportunidad para mejorar conocimientos, sensibilizar e impulsar medidas que promuevan y protejan la salud mental como derecho humano universal.

La salud mental es un derecho humano básico para todos, sin importar quiénes sean ni dónde estén. Según la Organización Mundial de la Salud, todos tenemos derecho a disfrutar del grado más alto posible de salud mental. Esto incluye el derecho a estar protegidos de los riesgos para la salud mental, el derecho a una atención disponible, accesible, digna y de calidad, y el derecho a la libertad, independencia e integración en el entorno social.

La población refugiada, la más vulnerable

Las personas refugiadas y desplazadas se ven forzadas a abandonar sus hogares por motivos de persecución, conflictos armados o desastres naturales, hasta encontrar un lugar seguro en el que refugiarse. Esta situación somete a personas, familias y comunidades a un gran estrés psicológico que tiene graves consecuencias para su salud mental.

La población refugiada, antes de huir, presencia atrocidades y cuando por fin consigue llegar a un lugar fuera de peligro, se encuentra condiciones complicadas en los países de acogida que les generan más estrés. Sentimientos relacionados con el duelo migratorio, el desarraigo, el miedo y la pérdida de seres queridos les ocasionan traumas, ansiedad o depresión.

En 2020, la pandemia de COVID-19 hizo que la población refugiada se volviera más vulnerable todavía. Tuvieron que enfrentarse a sus complicadas circunstancias como personas desplazadas unidas al aislamiento, la incertidumbre, la discriminación, así como la falta de empleo y de perspectivas de futuro. Esta pandemia y las medidas que se tomaron trajeron más desigualdad, paro, violencia de género, brecha educativa y pobreza entre la población refugiada, que antes de la crisis ya dependía de la ayuda humanitaria para sobrevivir. La pandemia y sus consecuencias deterioraron todavía más la salud mental de las personas desplazadas, ya de por sí muy delicada.

mujeres refugiadas abrazandose

La pandemia pasó, pero las condiciones de la población refugiada no han mejorado. De hecho, cada año aumenta el número de personas que se ven forzadas a huir de sus hogares. Tanto es así que, actualmente hay 110 millones de personas refugiadas y desplazadas en el mundo. Los conflictos armados, las persecuciones — políticas, por raza o por género — y por supuesto, las consecuencias del cambio climático están cada vez más presentes. Terremotos, ciclones, tormentas, sequías prolongadas… son algunos de los principales motivos para huir y que van en aumento cada año.

Por todo esto, la salud mental debería ser una prioridad para todo el mundo, pero con especial atención a una población tan vulnerable como lo es la refugiada.

El trabajo de ACNUR en salud mental

Como hemos mencionado, las personas refugiadas se enfrentan a condiciones tan duras que alteran su salud mental y por eso, muchas de ellas requieren apoyo para poder reconstruir sus vidas.

ACNUR trabaja en el bienestar psicosocial y de salud mental de las personas refugiadas y enfoca su trabajo hacia la protección, la educación y la salud pública. Algunas de las tareas de la organización en referencia a esto son:

  • Fortalecer la capacidad de las comunidades y del personal de salud local.
  • Apoyar la gestión de padecimientos mentales o neurológicos y del uso de sustancias en instalaciones sanitarias.
  • Integrar la salud mental y el apoyo psicosocial en los servicios médicos que reciben las personas refugiadas.
  • Abogar por la inclusión de estas personas en los sistemas nacionales de salud mental.

Hay que tener en cuenta que, en muchos de los contextos en los que están presenten las personas refugiadas, no hay presencia de profesionales especializados en salud mental, sobre todo en niñas, niños y adolescentes. Y cuando la hay, apenas pueden cubrir las necesidades de todos los que requieren sus servicios. Y lo cierto es que se cubren mejor dentro de las propias comunidades. Por eso, cuando existe la posibilidad, ACNUR capacita y apoya a voluntarios comunitarios refugiados que se encargan de guiar a otras personas refugiadas con respecto al acceso a los servicios, al tiempo que fomentan la cohesión social y el apoyo mutuo.

trabajadora de acnur

Refugiados que ayudan a refugiados: asistencia y empoderamiento

El campo de desplazados de Akre, al norte de Irak, aloja a muchos refugiados sirios. Falak Seko es una de ellos. Junto con más voluntarios capacitados por ACNUR, Falak ha brindado apoyo psicosocial a otras personas. Ella sabe muy bien lo que la pérdida repentina del hogar y de los seres queridos puede ocasionar en la salud mental de una persona.

Apoyo psicosocial refugiada siria

Con este tipo de iniciativas, ACNUR pretende, por un lado, ayudar a las personas que lo necesitan y, por otro, empoderar a la población refugiada, desarrollando su potencial para ayudar a otros.

En otro lugar del mundo, una niña de tan solo 13 años lidera un grupo de debate que forma parte de un programa de salud mental para ayudar a niños y adolescentes rohingya. Se llama Myshara . Vive en Kutupalong, el campo de refugiados más grande del mundo, situado en Cox’s Bazar, Bangladesh. La mitad de los 860.000 refugiados rohingya alojados allí son niños que escaparon de Myanmar en 2017 huyendo de la violencia y la persecución.

Los grupos están formados por jóvenes de entre 10 y 18 años que se reúnen para hablar de sus sentimientos. La clave es que están dirigidos por gente de su edad, no por adultos. Son niños aprendiendo a apoyarse entre sí.

ACNUR dirige este programa junto con tres organizaciones socias: Relief International, Food for the Hungry y GK. El objetivo es que los niños hablen de sus sentimientos y preocupaciones, algo que, por una cuestión cultural, es poco habitual entre la población rohingya.

Durante la pandemia, muchos de ellos utilizaron las habilidades que desarrollaron en los primeros meses del programa para ayudar a sus comunidades a lidiar con las consecuencias del encierro en la salud mental.

Niños que se apoyan entre sí

Mahmudul Alam, oficial asistente de salud mental y apoyo psicosocial de ACNUR, explica que el programa se diseñó para que los niños sean capaces de enseñarse unos a otros, y para desarrollar sus habilidades de liderazgo, seguridad en sí mismos y capacidad para aprender y hacer frente a la adversidad.

Los refugiados se enfrentan a duras condiciones que someten su salud mental a un estrés considerable. Muchos muestran una capacidad de recuperación enorme; otros necesitan apoyo adicional para reconstruir sus vidas.

La salud mental es esencial para nuestro bienestar general, ya que repercute en nuestra salud física, en nuestra relación con los demás y nuestro entorno. Millones de personas se enfrentan a dificultades diarias por culpa de la salud mental y por eso, en días como hoy, merece la pena hacer especial hincapié en la importancia de este derecho en la población refugiada. La solidaridad es fundamental y ayudar a que tengan apoyo psicológico en su camino a una vida mejor, es más que necesario.

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