La emergencia sanitaria de COVID-19 ha puesto todo patas arriba: los sistemas sanitarios, la economía y la sociedad. La pandemia y las medidas de confinamiento han traído más desigualdad, paro, violencia de género, brecha educativa y pobreza entre la población refugiada, que antes de la crisis ya dependía de la economía informal para sobrevivir.
Esta situación también ha deteriorado la salud mental de muchas personas desplazadas que ya estaban en una situación delicada antes de la crisis del COVID-19. Por eso, ACNUR está priorizando ayudas y esfuerzos a la atención psicológica de la población refugiada. Hasta el mes de marzo, 606.000 personas habían recibido ayuda psicosocial.
“Hay una creciente desesperación en las llamadas a las líneas de ayuda a refugiados que tienen miedo o que nos dicen que no ven una salida”.
Filippo Grandi, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados.
Algunos informes que llegan desde terreno señalan un alarmante incremento del número de intentos de suicidio. En Uganda, por ejemplo, esta cifra casi se ha duplicado durante el último año con respecto al anterior. En Líbano, las llamadas al Centro Nacional de Atención Telefónica de ACNUR de refugiados que piensan en el suicidio o en autolesionarse también aumentaron en los últimos meses.
“El 84 % de las personas refugiadas viven en regiones en desarrollo. Su acceso a ayuda psicológica de calidad ya era limitado antes de la pandemia. Ahora, con el coronavirus causando un enorme dolor físico y psicológico, resulta más necesario que nunca garantizar el acceso a los servicios de salud, incluida la salud mental”, ha dicho Filippo Grandi.
Según las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), antes de la pandemia una de cada cinco personas (22,1 %) que vivía en zonas de conflicto sufría depresión, ansiedad, estrés postraumático, trastorno bipolar o esquizofrenia.
“Antes de la pandemia, la salud mental de los refugiados era un problema que no se priorizaba y se pasaba por alto. Ahora es una crisis en toda regla”.
Pieter Ventevogel, asesor de salud mental en ACNUR.
Según Pieter Ventevogel, muchos refugiados que han sobrevivido en el exilio gracias a la economía informal están perdiendo ahora sus medios de vida. No ven una salida a su situación. Los lugares de reasentamiento han disminuido en los últimos meses. También sufren ansiedad por su salud porque no saben cuándo terminará la pandemia y cómo pueden protegerse.
En los campos de refugiados jordanos de Azraq y Zaatari las consultas de salud mental han aumentado en un 50 % durante la emergencia sanitaria de coronavirus. ACNUR continúa prestando apoyo psicosocial a los refugiados sirios en la zona.
Bashara, en la foto, es una psicóloga jordana que trabaja en la clínica de salud mental del campo de refugiados de Azraq, gestionada por ACNUR y el Cuerpo Médico Internacional (IMC). Cada día atiende a unos cinco pacientes para ofrecerles apoyo y asesoramiento. La doctora cuenta que los problemas de salud mental han cambiado con el tiempo, pasando del estrés postraumático a problemas de ansiedad.
El miedo ha aumentado entre la población refugiada durante la pandemia, incluso en aquellas personas que no padecían ningún trastorno previo. Por eso, Bashara recurre a técnicas de relajación y proporciona a las personas pautas para poder lidiar con el estrés y enfrentarse a los problemas derivados de la COVID-19.
"La mayoría de los casos a los que nos enfrentamos son de ansiedad, depresión, ataques de pánico y, a veces, fobias entre los niños".
Bashara, psicóloga.
El campo de desplazados de Akre, al norte de Irak, aloja a muchos refugiados sirios. Falak Seko es una de ellos. Junto con más voluntarios capacitados por ACNUR, Falak ha estado brindando apoyo psicosocial a otras personas durante la COVID-19. Ella sabe muy bien lo que la pérdida repentina del hogar y de los seres queridos puede ocasionar en la salud mental de una persona.
Con este tipo de iniciativas, ACNUR pretende, por un lado, ayudar a las personas que lo necesitan y, por otro, empoderar a la población refugiada, desarrollando su potencial para ayudar a otros.
En otro lugar del mundo, una niña de tan solo 13 años lidera un grupo de debate que forma parte de un programa de salud mental para ayudar a niños y adolescentes rohingya. Se llama Myshara . Vive en Kutupalong, el campo de refugiados más grande del mundo, situado en Cox’s Bazar, Bangladesh. La mitad de los 860.000 refugiados rohingya alojados allí son niños que escaparon de Myanmar en 2017 huyendo de la violencia y la persecución.
Los grupos están formados por jóvenes de entre 10 y 18 años que se reúnen para hablar de sus sentimientos. La clave es que están dirigidos por gente de su edad, no por adultos. Son niños aprendiendo a apoyarse entre sí.
ACNUR dirige este programa junto con tres organizaciones socias: Relief International, Food for the Hungry y GK. El objetivo es que los niños hablen de sus sentimientos y preocupaciones, algo que, por una cuestión cultural, es poco habitual entre la población rohingya.
Durante la pandemia, muchos de ellos utilizaron las habilidades que desarrollaron en los primeros meses del programa para ayudar a sus comunidades a lidiar con las consecuencias del encierro en la salud mental.
Mahmudul Alam, oficial asistente de salud mental y apoyo psicosocial de ACNUR, explica que el programa se diseñó para que los niños sean capaces de enseñarse unos a otros, y para desarrollar sus habilidades de liderazgo, seguridad en sí mismos y capacidad para aprender y hacer frente a la adversidad.
Los refugiados se enfrentan a duras condiciones que someten su salud mental a un estrés considerable. Muchos muestran una capacidad de recuperación enorme; otros necesitan apoyo adicional para reconstruir sus vidas.
ACNUR aboga por la inclusión de los refugiados en los sistemas nacionales de salud y por la integración de la salud mental en la atención primaria.
La salud mental y el apoyo psicosocial son parte del trabajo de ACNUR en áreas como la salud, la protección y la educación. Sin embargo, se necesita más apoyo para mantener e impulsar estos programas, especialmente, en este momento de pandemia mundial.
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