Durante estos tres años en el exilio, la población rohingya ha demostrado una fortaleza, un coraje y una resiliencia enormes. Junto con la comunidad de acogida bangladesí, los refugiados rohingya han sido y son una pieza clave para llevar a cabo una operación humanitaria de gran calado.
La fuerza y la resistencia del pueblo rohingya en el exilio en Bangladesh y en otros lugares han sido la columna vertebral de la respuesta humanitaria durante los últimos tres años, dando también apoyo a las comunidades de acogida. Es necesario respetar y reconocer su valor y capacidades.
Miles de refugiados rohingya voluntarios, junto con trabajadores bangladesíes de las comunidades en el distrito de Cox's Bazar, son el eje central de la ejecución de programas humanitarios. Garantizan poder llegar a toda la población, conectan a las personas, construyen infraestructuras y son los primeros en responder en situaciones de emergencia, como incendios, inundaciones, deslizamientos de tierra o lluvias monzónicas. Dar a los refugiados rohingya mayores posibilidades de desarrollar habilidades y ser productivos contribuirá a la paz y la estabilidad en los campamentos y los ayudará a prepararse mejor para el regreso.
El papel de los refugiados voluntarios se ha vuelto aún más crítico durante la pandemia de COVID-19. Más de 1.400 refugiados rohingya ha recibido capacitación como voluntarios comunitarios de salud. Saidul (abajo, en la foto) es uno de esos voluntarios, que va de puerta en puerta en los campamentos, comparte información sobre salud e higiene, busca síntomas de enfermedad, registra nacimientos y muertes y actúa como un puente entre las comunidades de refugiados y las infraestructuras de salud.
Los refugiados están aprendiendo cómo proporcionar atención a los pacientes con COVID-19 en su hogar y cómo prevenir infecciones entre los miembros de una familia. También sirven de enlace para entregas a domicilio de alimentos, combustible y artículos esenciales.
Los voluntarios refugiados están ayudando a superar las limitaciones de las restricciones de Internet dentro de los campos de refugiados y están garantizando que sus comunidades tengan acceso a información fiable.
ACNUR ha construido dos centros de aislamiento y tratamiento en los campamentos y la comunidad circundante, con casi 200 camas para las comunidades de acogida de refugiados por igual. También se ha establecido una unidad de cuidados intensivos para casos más graves. Si los casos de COVID-19 aumentan, estas instalaciones podrían sobrepasar su capacidad.
Aunque las condiciones en Myanmar aún no son propicias para la repatriación, ACNUR continúa consultando a los refugiados qué tendría que mejorar en su país de origen para querer retornar.
Según ACNUR, la comunidad internacional debe alentar y apoyar a Myanmar para crear las condiciones para que los refugiados rohingya regresen a casa de manera segura y se reintegren de manera sostenible para que nunca más tengan que buscar protección y seguridad en otro lugar.
Esto requerirá el levantamiento de las restricciones a la libertad de movimiento en Myanmar, dar a la población rohingya la posibilidad de regresar a sus pueblos, encontrar soluciones para los desplazados internos que han estado viviendo en campamentos durante muchos años, proporcionar un camino claro hacia la ciudadanía y asegurar que todos los ciudadanos disfrutarán de los derechos básicos y vivirán en condiciones de seguridad.
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refugiados rohingya.
¾ partes
de la población rohingya se encuentra hoy fuera de Myanmar.
9 de cada 10
refugiados rohingya registrados en la región de Asia-Pacífico son acogidos por Bangladesh.
Bangladesh brindó protección y refugio a los rohingya cuando más lo necesitaban. Hoy acoge a 9 de cada 10 refugiados rohingya registrados en la región de Asia-Pacífico. El país ha demostrado su profundo compromiso humanitario y su solidaridad con las personas refugiadas, proporcionándoles protección y ayuda. ACNUR invita a que esta generosidad sea reconocida mediante inversiones, tanto en la población refugiada como en las comunidades de acogida bangladesíes.
Durante estos tres años de éxodo, ACNUR ha proporcionado a la población rohingya asistencia básica: refugio, alimentos, servicios de salud o educación, entre otros, pero las necesidades aún son enormes.
Nur Ayna, de 18 años, enseña birmano en un centro de enseñanza que ha sido cerrado temporalmente por la pandemia de COVID19. Visita a sus estudiantes en sus hogares para asegurar su bienestar y para ofrecerles ayuda con su aprendizaje desde casa.
Es conocida por su labor como asistente de enseñanza en uno de los centros educativos en Kutupalong. Huyó de la violencia en Myanmar en 2017 y llegó a Bangladesh con su familia en busca de seguridad y refugio. Disfruta de su trabajo como educadora en los campamentos. En un futuro espera conseguir el acceso a la educación formal y una vida mejor para todos los que viven en su comunidad.
Tres años después del éxodo masivo de refugiados rohingya los desafíos son enormes. La emergencia sanitaria provocada por el COVID-19 ha dificultado aún más la situación. La población rohingya y las comunidades de acogida necesitan el apoyo de la comunidad internacional para seguir ofreciendo soluciones adaptadas a las necesidades de los refugiados.
“En 2020, hemos visto a muchos refugiados hacer frente a la pandemia de coronavirus, ayudando junto a los trabajadores humanitarios y las comunidades locales. A pesar todo, el espíritu humanitario está más vivo que nunca”.
Filippo Grandi, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
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