En la última semana, más de 18.500 personas procedentes de Sudán —en su mayoría mujeres y niños— han cruzado la frontera hacia Chad, huyendo del conflicto armado. Se suman a una población refugiada que ya supera las 1.200.000 personas en el este del país. Un tercio de ellas llegó hace dos décadas; más de 800.000 lo han hecho desde que se reanudara el conflicto en abril de 2023.
Ante esta situación, ha sido necesario habilitar nuevos campamentos en los dos últimos años, y ampliar la capacidad de los existentes. Las necesidades básicas —como agua, refugio, atención sanitaria, educación y protección— continúan creciendo, y ACNUR ha realizado un nuevo llamamiento a la solidaridad internacional para poder responder adecuadamente. Pero, junto a esta ayuda urgente, también es importante promover la integración local y la autosuficiencia tanto de las personas refugiadas como de las comunidades que las acogen. Y esto, en un país con uno de los índices de desarrollo humano más bajos del mundo, y especialmente vulnerable a los efectos del cambio climático.
En este contexto, ACNUR, en colaboración con las autoridades locales y las comunidades, impulsa también iniciativas orientadas a mejorar la resiliencia y fomentar el desarrollo sostenible en la región oriental del país.
Una de estas acciones ha contado con la colaboración de la Diputación de Cádiz, y durante el año 2024 ha permitido implementar actividades vinculadas a la reforestación del entorno natural y al fortalecimiento de la seguridad alimentaria entre las comunidades afectadas por el desplazamiento. Se han sembrado más de 5.000 plántulas de especies como guayabo, mango y eucalipto, con el objetivo de contribuir a la recuperación medioambiental en zonas cercanas a los campamentos.
Además, las autoridades locales cedieron terrenos para uso agrícola, y con el respaldo técnico de ACNUR y sus contrapartes, se facilitó el acceso a herramientas, agua y formación agrícola para personas refugiadas y habitantes locales. Gracias a ello, se sembraron y cosecharon más de 1.260 hectáreas de mijo, cacahuete, sésamo y sorgo. También se habilitaron 17 hectáreas de huertos comunitarios que reforzaron la alimentación de muchas familias.
Fortalecer los medios de vida en contextos de desplazamiento forzado no solo mejora las condiciones de vida inmediatas, sino que también promueve oportunidades de desarrollo compartido. La experiencia en Chad muestra que, incluso en situaciones complejas, es posible generar espacios de cooperación gracias a la solidaridad internacional.
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