Hace más de 100 años, la primera ley para perseguir el tráfico sexual se promulgó en Argentina. En honor a esa primera medida para proteger a los seres humanos del comercio no deseado de sus cuerpos, el 23 de septiembre se celebra el Día contra la explotación sexual.
De todas las personas víctimas de trata, la denominada esclavitud del siglo XXI, más de la mitad son sometidas a la explotación sexual sin su consentimiento por mafiosos y traficantes según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). La gran mayoría son mujeres y niñas, cuyo porcentaje se ha doblado en los últimos años.
Se calcula que aproximadamente el 72 % de las víctimas de trata de personas son mujeres y niñas (el 49% son adultas y el 23% niñas). Concretamente la infancia es, sin duda, la población más vulnerable a ser víctima de trata de personas. En el mundo, una de cada tres víctimas es un menor, en su mayoría, niñas. Según el Informe Mundial sobre la Trata de Personas de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), los niños y niñas tienen el doble de probabilidades que los adultos de sufrir violencia durante la trata.
Las razones son múltiples pero pueden ser la pobreza, los conflictos, la falta de cuidados parentales o el hecho de que no estén acompañados en los flujos migratorios y de refugiados. Y es que miles de menores se ven forzados a huir de sus casas a causa de diversas crisis humanitarias en todo el mundo. Solos o acompañados, pasarán largas temporadas en caminos hacia un lugar seguro, donde se convierten en el blanco perfecto para traficantes de personas. La ONU ha detectado que la venta de menores y la trata, afecta especialmente a personas refugiadas y desplazadas, un colectivo muy vulnerable a los abusos, entre ellos, la explotación sexual.
La situación de millones de personas desplazadas y refugiadas que lo han perdido todo, mujeres solas o con sus hijos en tránsito y con pocos medios para abastecerse, les convierte en las víctimas perfectas para la trata de personas.
En los campos, ACNUR y sus socios trabajan con la población local, los líderes de las comunidades y los bares donde las trabajadoras del sexo acuden en busca de clientes para prevenir la explotación sexual de niños y la transmisión de enfermedades.
“Hablar con los clientes es delicado, así como con los dueños de los bares. Ahí es donde los menores son explotados. Les explicamos que los menores tienen una protección especial y que no están preparados para tener relaciones sexuales… Ahora hay mucha gente que entiende que las relaciones sexuales con niños están prohibidas por ley y que es peligroso para los niños”, explica Mustapha Busomoke, el coordinador del proyecto.
ACNUR también les ayuda a volver al colegio o a generar sus propios ingresos, sin depender de las redes de explotación sexual.
En el centro de planificación familiar y centro de salud de Kitsule, ACNUR da acceso a cientos de mujeres y niñas a los métodos anticonceptivos para evitar embarazos no deseados. Además, se facilitan test anónimos de VIH y otras enfermedades de transmisión sexual. Pero, por encima de todo, estas mujeres esperan la paz que les permitirá volver a casa, volver a su tierra, construir una casa y empezar una nueva vida en sus pueblos.
ACNUR trabaja para que un colectivo tan vulnerable como son las personas refugiadas, y en especial mujeres y niñas, estén protegidos de la venta de su cuerpo en contra de su propia voluntad.
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