Tal y como explica la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) el hambre es una sensación física incómoda o dolorosa, causada por un consumo insuficiente de energía alimentaria. Se vuelve crónica cuando la persona no consume una cantidad suficiente de calorías de forma regular para llevar una vida normal, activa y saludable.
Esto puede relacionarse con la inseguridad alimentaria cuando una persona carece de acceso regular a alimentos nutritivos que le permitan un desarrollo y crecimiento normal. En el mundo hay millones de niños y niñas que no tienen acceso a los alimentos necesarios para que puedan crecer sanos, para que puedan desarrollarse como lo hacen el resto de menores que tienen la suerte de haber nacido en el “lado bueno” del mundo.
Se calcula que, en 2022, 45 millones de niños menores de 5 años sufrían desnutrición aguda y 148 millones tenían retrasos en el crecimiento. La infancia refugiada y desplazada es, sin duda, una de las más vulnerables. Verse obligados a huir de sus hogares, en ocasiones solos, perderlo todo por conflictos, desastres meteorológicos, persecuciones… les lleva a situaciones en las que es muy complicado poder tener acceso al menos a una comida al día.
Cuando llegan a un campo de personas refugiadas de ACNUR, se encuentran un lugar seguro en el que van a poder tener acceso a atención sanitaria y a comida. Pero para seguir ofreciendo esto, se necesitan fondos. Se necesita ayuda para poder seguir dando protección, seguridad y una alimentación que les permite seguir creciendo y desarrollándose, como cualquier niño o niña de otra parte del mundo.
Ojalá ningún a menor tengan que hacerle la prueba de la desnutrición como a ellos...
Foto: © ACNUR/Andrew McConnell
Hasima Chol, de tan solo 20 años, tuvo que huir del conflicto en Sudán con su hija Nyatut Mamur, de 2 años. En esta imagen en el paso fronterizo de Joda, entre Sudán y Sudán del Sur, está con trabajadores de ACNUR que examinan a la pequeña para comprobar si está desnutrida. Tras verificarlo, Hasima podrá llevar a Nyatut a los servicios sanitarios del lado sursudanés.
Foto: © ACNUR/Diana Diaz
Esta imagen corresponde a Etiopía, un país muy generoso con las personas refugiadas durante décadas y que ahora acoge casi un millón de refugiados de países vecinos como Somalia, Sudán del Sur, Eritrea y Sudán. Ubah Ahmed Abdi llegó huyendo de Somalia con su hija Kadra Sayid Ahmed, de 6 meses, a la que le están haciendo las pruebas de desnutrición. Los médicos de la clínica local de Mirqaan, donde están ubicadas, vacunan gratuitamente a los refugiados del asentamiento contra el sarampión, entre otras vacunas. Esta clínica local está dando un paso adelante para satisfacer las necesidades de los refugiados que han huido recientemente de Laascaanood (Somalia). Pero los limitados recursos de las clínicas de la zona de Doolo se están agotando rápidamente.
Ayúdanos a darles la oportunidad de que estos pequeños puedan crecer fuertes y sanos, de convertirse en agentes de cambio para transformar sus vidas y las de sus comunidades.