Cada 11 de octubre se celebra el Día Internacional de la Niña, establecido como un aporte para la reflexión mundial sobre la cantidad de problemas que sufre la...
Cada 11 de octubre se celebra el Día Internacional de la Niña, establecido como un aporte para la reflexión mundial sobre la cantidad de problemas que sufre la población infantil femenina en todo el mundo. De acuerdo con el Informe Tendencias Globales de Desplazamiento 2018 de ACNUR, el número de niñas y mujeres refugiadas en el mundo es de 25,7 millones, lo que representa el 48% de la población refugiada mundial.
Los abusos a niñas menores de edad y la esclavitud sexual son dos problemas recurrentes en el segmento de niñas refugiadas. La trata de personas es definida como la esclavitud del siglo XXI y se estima que un total de 15 millones de chicas cuyas edades oscilan entre los 15 y 19 años han sufrido violaciones.
La ablación o mutilación genital es otro flagelo que afecta a las niñas refugiadas y que en el Día Internacional de la Niña conviene tener en cuenta. Y en muchos países, el matrimonio infantil obliga a las niñas a abandonar sus estudios y muchas mueren de manera prematura en sus partos. Datos de UNICEF arrojan que 650 millones de mujeres y niñas fueron obligadas a casarse antes de cumplir los 18 años.
El Día Internacional de la Niña adquiere una dimensión mayor porque también sirve para alertar contra otro problema grave entre las niñas refugiadas: la falta de acceso a la educación.
Si se establece una media entre la población infantil refugiada con el resto, los niños y las niñas refugiadas tienen una probabilidad cinco veces menor de acceder a una escuela para recibir la educación básica.
En el caso de las niñas, el problema se agrava. Según un informe reciente de ACNUR sobre educación, el 90% de las niñas refugiadas abandonan sus estudios y la causa, en muchos casos, tiene que ver con que son obligadas a contraer matrimonio de manera temprana.
Pese a que el panorama sigue siendo grave y el Día Internacional de la Niña continúa siendo una jornada necesaria para alertar al mundo y apelar a la solidaridad, hay experiencias con niñas refugiadas que han conseguido reponerse y encontraron en una experiencia colectiva la posibilidad de una vida digna y feliz.
Un caso es el del Coro Pihcintu, formado por niñas refugiadas y migrantes procedentes de 19 países. En 2018, dieron un concierto en la sede de la ONU de Nueva York y algunas de sus integrantes no ocultaron su emoción, como la niña sudanesa Sara Ali, quien declaraba que “cuando cantamos todas juntas, somos como una familia”, o Fátima Lamlum, una niña de Irak que decía que “nuestras canciones hablan de paz y queremos que nuestra voz se escuche, porque tenemos muchas historias que contar”.
En Jordania, el proyecto Reclaim Childhood promueve la sociabilidad y la interacción entre las niñas refugiadas a través del deporte. Con el juego y la experiencia del trabajo en equipo, muchas niñas han conseguido empoderarse, enfrentar su timidez y volver a sonreír y a tener esperanzas en un futuro tras su experiencia traumática.
ACNUR apoya de manera sostenida diferentes programas educativos acelerados destinados a aquellas niñas refugiadas que, por diferentes motivos, han tenido que suspender su educación básica durante un tiempo prolongado. Y siempre teniendo en cuenta la importancia de la formación tecnológica y el aprendizaje de habilidades que les ayuden a desenvolverse en la vida, con el seguimiento adecuado para evitar la deserción escolar y garantizar que las niñas refugiadas tengan acceso a la educación que se merecen.
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