La llegada a Europa de los refugiados es solo el último episodio de una dura y, en muchas ocasiones, traumática travesía. Las personas que huyen de su paí...
La llegada a Europa de los refugiados es solo el último episodio de una dura y, en muchas ocasiones, traumática travesía. Las personas que huyen de su país se enfrentan al tráfico de seres humanos, la violencia arbitraria en las fronteras y el peligro mortal de atravesar el Mediterráneo. Todos estos episodios afectan especialmente a los niños.
Al llegar a Europa, la integración socio-económica de los refugiados suele ser considerada el mayor reto. Sin embargo, muchos requieren ayuda psicológica a causa de lo vivido durante el viaje. Este paso resulta especialmente exigente con niños que no tienen aún capacidad para expresar sus sentimientos y traumas. Es por ello que el juego en educación infantil para refugiados se convierte en un elemento clave.
El juego forma parte de la actividad infantil tanto en seres humanos como en el resto de animales. Es una forma natural que todos hemos practicado de ejercitar nuestro cuerpo y mente y desarrollar nuestras capacidades cognitivas. La terapia de juego es un método empleado en psicología para detectar los traumas de niños que aún no son capaces de expresarlos con palabras.
La terapia requiere elegir adecuadamente juguetes que permitan un alto grado de expresividad emocional. La idea es buscar símbolos que permitan al niño expresar lo que tiene en la mente. Muñecos humanos o animales, construcciones, plastilina o piezas que le permitan generar estructuras.
El terapeuta ejerce como observador o pasa a formar parte del juego. Las reacciones del niño antes, durante y posteriormente al juego son muy valiosas para comprender los traumas que puede haber tenido ocultos. Se haga desde un punto de vista terapéutico o meramente educativo, el juego permite siempre al niño liberar sentimientos que no tenía capacidad de expresar.
La sensación de inseguridad y el miedo a tener que revivir situaciones traumáticas suelen ser habituales entre los niños refugiados. En menores de 12 años, esto suele resultar en temores nocturnos o enuresis, quejas somáticas y un miedo severo al abandono, manifestado a través de un llanto intenso.
Se dan también conductas regresivas, como volver a hacerse pis o a chuparse el dedo y conductas de comprobación, como preguntar continuamente a sus padres si están bien. A medida que van creciendo, estos traumas no exteriorizados racionalmente se van traduciendo en ira, culpa o fracaso.
Para ayudar a estos niños a superar sus traumas, el juego cumple un papel fundamental. Más allá de sus utilidades educativas (incremento de capacidades creativas, emocionales y físicas), el juego permite a estos niños expresarse emocionalmente. Además, por parte del educador, genera la posibilidad de emplear metáforas que permitan enviar mensajes tranquilizadores y terapéuticos a los niños refugiados.
En el caso de la ayuda brindada por ACNUR tanto en el destino final de los refugiados como a lo largo de su ruta el objetivo es que los niños continúen, en la medida de lo posible, vinculados a las actividades propias de la infancia.
En este sentido, ACNUR y UNICEF instalaron los llamados "Puntos azules", centros de apoyo especiales para menores no acompañados y familias. En ellos, los menores no acompañados eran identificados y reunidos con sus familiares. Además, se les da un espacio seguro donde se les permite continuar con su educación y sus juegos, tratando de hacer lo menos traumático posible su viaje.
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