“Tenía sólo 10 u 11 años cuando mi padre decidió circuncidarme. Sería la quinta esposa de un hombre de 70 años. Hablé con la maestra de mi clase y ella informó a la jefatura de policía. Apenas dos horas antes de la ceremonia de ablación, llegó la policía y me sacó del lugar”. Con estas palabras, Purity Soinato Olyie recuerda cómo se salvó de sufrir mutilación genital femenina en su pequeña aldea de Kenia. A partir de ese día, se convirtió en una de las tantas mujeres que tuvieron que huir de sus hogares para evitar ser víctimas de esta práctica que aún se lleva a cabo en muchos países.
Pero otras no tuvieron la misma suerte. La gambiana Jara Dukureh se enteró cuando tenía 15 años de que había sido circuncidada cuando era bebé. Esta mujer, hoy activista por los derechos de la mujer y embajadora de la ONU, cuenta que el tipo de ablación que sufrió consiste en “extraer totalmente el clítoris y en coser los labios y la vagina dejando únicamente un pequeño orificio para orinar y menstruar”.
Y así se repiten por miles los casos de mujeres que siguen siendo sometidas a esta práctica brutal en todo el mundo. Por este motivo, el 6 de febrero es el Día Internacional de Tolerancia Cero contra la Mutilación Genital Femenina (también llamada ablación). Una práctica que consiste en la extracción total o parcial de los órganos genitales femeninos y que se realiza por motivos culturales, religiosos y de tradición.
La mutilación genital femenina es una de las cinco violaciones más graves de los derechos de la mujer que aún persisten en el mundo, junto con el matrimonio forzado o infantil, la violencia sexual, la violencia de género y la trata y el tráfico sexual.
En el caso concreto de ablación, nos encontramos también ante una forma específica de violencia de género y que provoca en miles de mujeres y de niñas un daño físico y mental que muchas veces es irreversible. Cada año, alrededor de 20.000 mujeres y niñas llegan a países integrantes de la Unión Europea escapándose de la mutilación genital femenina y solicitando asilo. Según datos de ACNUR, de toda la población que sufre la mutilación genital femenina, las niñas menores de 15 años son las más afectadas.
Bajo esta denominación, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se incluyen todos los procedimientos que, de forma intencional y por motivos no médicos, alteran o lesionan los órganos genitales femeninos.
Se suele realizar durante la infancia, antes de los 15 años. Se practica por motivos religiosos, sexuales o por tradición, pero, la realidad es que se trata de una violación de los derechos humanos, la salud y la integridad de las mujeres y las niñas.
Según Naciones Unidas, esta práctica se concentra en unos 30 países de África y de Oriente Medio y Asia meridional, así como algunos países asiáticos (India, Indonesia, Iraq y Paquistán) y algunas pequeñas comunidades de Latinoamérica. Aunque se practique en algunos lugares es considerado un problema universal.
Esta práctica tiene consecuencias para las niñas y mujeres que la sufren:
La OMS distingue cuatro tipos de prácticas cuando se habla de mutilación genital femenina o de ablación.
En todos los casos, los riesgos que corren las mujeres con la mutilación genital femenina son muy grandes. Hemorragias, problemas urinarios, quistes, complicaciones en el parto y hasta riesgo de muerte son algunas de las principales consecuencias que trae la ablación.
A pesar de que estos datos de Naciones Unidas son dramáticos, lo cierto es que hoy en día las niñas tienen un tercio menos de probabilidades de ser sometidas a esta práctica que hace 30 años. Aún así, hay que seguir avanzando mucho más rápido para cumplir con el objetivo mundial de eliminar la mutilación genital femenina para 2030.
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