Rosa Parks: un pequeño gesto para un gran cambio

El ejemplo que representa Rosa Parks en la lucha por la igualdad puede emparentarse con el de millones de mujeres refugiadas, porque en ambos casos afloran cuestiones claves como el empoderamiento femenino, la fuerza y la determinación al momento de luchar por los derechos humanos y el poder de la resiliencia para superar situaciones traumáticas y difíciles.

Rosa Parks pasó a la historia el 1 de diciembre del año 1955 en la ciudad norteamericana de Montgomery, en el estado de Alabama. Y lo hizo nada menos que dentro de un autobús, al que subió y se sentó en uno de los asientos traseros, los que en aquellos años estaban reservados para la población de raza negra. Cuando el autobús comenzó a llenarse, el conductor detuvo el vehículo y pidió a Rosa Parks y a otras dos mujeres negras que cedieran sus asientos para que los ocuparan pasajeros blancos. Pero Rosa Parks dijo basta y se negó a dejar su asiento a una persona solo por tener un color de piel diferente, motivo por el cual fue arrestada y condenada, encendiendo una seguidilla de protestas por la igualdad de derechos dentro del país.

La educación, clave para el empoderamiento

Esta mujer nació en 1913 y fue criada en el seno de una familia que siempre la educó para que no se sintiese inferior a nadie. “Éramos seres humanos y debíamos ser tratados como tales, esa es la forma en que crecí y me educaron. Mi abuelo tenía las mismas ideas y junto con mi abuela, ambos nacieron antes de la emancipación y sufrieron mucho antes de que terminara la esclavitud”, dijo durante una entrevista en 1995, diez años antes de su muerte en 2005.

Su gesto fue paradigmático porque aún hoy sigue probando que cualquier persona puede hacer mucho por cambiar las cosas y conseguir que el mundo sea un lugar más justo. Enseña que no hay nada pequeño ni intrascendente si se trata de aportar algo para que sean respetados los derechos humanos y la igualdad entre las personas. El hecho de negarse a ceder su asiento por tener un color de piel diferente significó que Rosa Parks usó los medios que tenía a su alcance para sentar un precedente y convertirse en símbolo de una lucha que empezó a propagarse lentamente, pero de manera muy activa por todo el país.

“Estoy cansada”, fueron sus palabras cuando le preguntaron, mucho tiempo después, por qué se había animado a hacer algo así. Rosa Parks no estaba cansada físicamente durante ese día, sino que su cansancio tenía que ver con el hartazgo de que la trataran como un ser inferior solo por ser de raza negra.  El apoyo de la comunidad afroamericana llegó enseguida: llamó la atención de un joven Martin Luther King quien, posteriormente, se convertiría en un líder histórico; y se inició un boicot de 382 días al sistema de transporte público de Estados Unidos que desembocó en que, en noviembre de 1956, el Tribunal Supremo declarara inconstitucional la segregación racial en todos los autobuses del país.

Con 92 años de edad, el 24 de octubre de 2005 Rosa Parks murió en Detroit y fue velada en el Capitolio de Washington, convirtiéndose en la primera mujer afroamericana en recibir este honor. En 1996 había recibido la medalla presidencial de la Libertad y en 1999 la Medalla de Oro de parte del Congreso de los Estados Unidos, la máxima distinción civil del país.

Tan fuerte y poderoso fue el suceso de la negativa a ceder el asiento de Rosa Parks en aquel día de diciembre de mediados de los años 50, que el autobús donde sucedió hoy se encuentra en el museo Henry Ford y se expone como un objeto clave de la historia norteamericana del siglo XX. La actriz Angela Bassett interpretó el papel de esta luchadora en The Rosa Parks Story, una película de 2002 dirigida por Julie Dash que obtuvo una nominación al Emmy a la mejor actriz y otra al premio del Sindicato de Directores en el rubro de mejor dirección.