Mohamad Al-Nazer es un refugiado sirio al que muchos de sus amigos consideran un mago. Con una baraja de cartas entretiene a compatriotas suyos que llegan a Hungría, ayudá...
Mohamad Al-Nazer es un refugiado sirio al que muchos de sus amigos consideran un mago. Con una baraja de cartas entretiene a compatriotas suyos que llegan a Hungría, ayudándolos en lo que necesiten, y mientras tanto busca una oportunidad en Europa para poder forjar su propio futuro.
“Mi familia ha tenido suerte”, cuenta. “No hubo detenciones y no perdimos a nadie por el camino. Otros sirios han sufrido mucho; por eso no dudamos en ayudarlos”. Él y su familia han decidido aportar su grano de arena para auxiliar a todos los que llegan a este país en busca de una vida mejor.
Los juegos de habilidad son más que una afición para Mohamad y siempre se inspira en su personaje favorito: Sherlock Holmes. “Me gusta descubrir qué hay detrás de un truco de magia, al igual que a Sherlock”. Antes de mostrar sus trucos a sus amigos y conocidos, Mohamad entrena durante semanas, sacando ideas de YouTube. “En Siria no existía esta plataforma, pero aquí en Budapest incluso hay tiendas de magia y reuniones para magos”, cuenta.
La historia de este protagonista se parece mucho a la de otras personas que huyeron de Siria. Una bomba explotó al lado de su casa y entonces él y su familia supieron que era hora de marcharse. Llegaron a Hungría en 2013. Todo el dinero que habían ahorrado para comprar una casa en Siria lo emplearon en empezar una nueva vida en Budapest.
A pesar de la suerte que dice haber tenido, su vida en Hungría no ha sido fácil. Su padre, médico en Damasco, tuvo que volver a examinarse para cumplir con los requisitos del ejercicio de la profesión en este país. Mohamad trabaja 10 horas al día seis días a la semana en un supermercado, y en los ratos libres estudia animación en la Universidad Metropolitana de Budapest. “Mis padres querían que hiciese algo con más futuro, como ingeniería, pero han aceptado que lo que quiero es perseguir mis sueños”.
“Quiero utilizar la animación para contar historias”, relata. “Los refugiados no son números; detrás de todos ellos hay una historia. Todas estas personas tenían una casa, un coche y amigos. Una vida. La gente de Europa suele preguntarme cómo se vivía en Siria, y yo siempre les contesto que igual que aquí.”
Mohamad se ha propuesto a ayudar a otros refugiados como él; por eso hace de guía desde la estación de tren de Nyugati hasta Budapest y de ahí a las conexiones con Austria y Alemania. También actúa en espectáculos de magia para los refugiados. “No todos son sirios”, cuenta. “Hay iraquíes, afganos y africanos también.” La magia les proporciona una vía de escape. “Todos se van sonriendo, incluso si han tenido un mal día”, dice Mohamad.
Pero la magia para estas personas va mucho más allá de los trucos de este sirio. La ayuda que él y otros refugiados más asentados les proporcionan con camas, algo de comer y entretenimiento con el que poder olvidarse de todo por un rato se ha convertido para ellos en un verdadero milagro.
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