En 2025, más de 1,2 millones de afganos y afganas han retornado o han sido forzadas a hacerlo de Irán y Pakistán. Esto marca un cambio significativo en la dinámica del desplazamiento, impulsado principalmente por el creciente sentimiento anti afgano y el endurecimiento de las condiciones en ambos países de acogida, lo que ha provocado un aumento de los retornos involuntarios. Este retorno agrava la situación de Afganistán, ya de por sí desoladora, donde la ONU estima que más de la mitad de la población depende de ayuda humanitaria.
ACNUR ha alertado sobre el creciente número de personas afganas que regresan desde Irán en condiciones precarias, lo que podría agravar la frágil situación en Afganistán. Desde el 20 de marzo, más de 640.000 afganos han retornado, incluyendo al menos 366.000 que han sido deportados, entre ellos refugiados y personas en situación vulnerable.
El 26 de junio se registró el pico más alto, con 36.100 retornos en un solo día, en el marco de una tendencia sostenida al alza desde mediados de junio. Según Arafat Jamal, representante de ACNUR en Kabul, muchas de estas personas llegan desprovistas, temerosas y con grandes incertidumbres, especialmente mujeres y niñas preocupadas por las restricciones a sus derechos.
ACNUR advierte que la falta de apoyo internacional está intensificando las múltiples crisis en el país, y urge una respuesta rápida y sostenida, no solo con ayuda de emergencia, sino también con recursos que garanticen una reintegración duradera y eviten nuevos desplazamientos.
“Las familias afganas están siendo desarraigadas nuevamente. Llegan apenas con un par de pertenencias; están exhaustas, hambrientas, temerosas por lo que les espera en un país que muchas de ellas ni siquiera conocen. Las mujeres y las niñas están muy preocupadas: les asustan las restricciones a la movilidad y los derechos fundamentales, como el acceso a la educación y al empleo”.
Arafat Jamal, representante de ANCUR en Kabul.
ACNUR lleva más de 35 años de presencia en Afganistán y está trabajando estrechamente con socios nacionales e internacionales para responder a la situación como parte de una respuesta más amplia.
En esta situación de retorno involuntario, ACNUR y sus socios están ayudando a los retornados en los cruces fronterizos con registro biométrico, seguimiento de la protección, apoyo psicosocial y una asistencia financiera de emergencia limitada para cubrir sus necesidades inmediatas y apoyar su posterior desplazamiento. Sin embargo, debido a los graves recortes de financiación, la asistencia financiera en la frontera se ha reducido siete veces, lo que limita drásticamente la capacidad de las personas para superar la subsistencia y comenzar a reconstruir sus vidas.
En las zonas prioritarias para el retorno, ACNUR también proporciona asistencia financiera para la reintegración, el alojamiento y el apoyo a la vivienda, la formación profesional y la creación de medios de vida y el emprendimiento. Sin embargo, la continua falta de financiación ha obligado a recortar servicios, en particular los dirigidos a mujeres y niñas, en favor de intervenciones inmediatas que salvan vidas
ACNUR aboga por un retorno voluntario y seguro de los afganos, muchos de los cuales son mujeres, minorías étnicas y otras personas que podrían enfrentar graves riesgos de protección en Afganistán. Forzar o presionar a los afganos para que regresen es insostenible y podría desestabilizar la región. Continúan los esfuerzos para promover el retorno voluntario, seguro y digno, así como exenciones para grupos en riesgo y vulnerables.
Afganistán lleva sumido en una crisis humanitaria desde hace décadas. La violencia, los desastres naturales, la inseguridad alimentaria paralizante (el 45 % de la población padece desnutrición) y la inestabilidad económica es cada vez mayor.
Cuatro décadas de conflictos y violencia han empujado a millones de afganos y afganas al exilio. Afganistán ha sufrido una de las situaciones prolongadas de refugiados más graves del mundo. La llegada de los talibanes en agosto de 2021 provocó que una gran parte de la población abandonara sus hogares, y muchas personas permanecen desplazadas dentro del país.
A la violencia, la crisis económica y la inseguridad alimentaria existente se le une que es uno de los países más vulnerables al clima extremo y sus consecuencias. Lo último que ocurrió fue en julio de 2024 cuando un temporal de fuertes lluvias provocaron inundaciones en las regiones central y oriental de Afganistán. Este desastre llegó tan solo un mes después de otras inundaciones que afectaron a las regiones septentrional, nororiental y occidental. Ambos temporales causaron daños humanos y materiales, miles de hogares fueron destruidos, además de víctimas mortales, personas heridas, daños en carreteras, puentes, escuelas y hospitales.
Anteriormente, en octubre de 2023, un seísmo de magnitud 6,3 hizo temblar la tierra del oeste del país en la provincia de Herat. Las réplicas fueron sucediéndose a lo largo de los días posteriores que siguieren provocando víctimas y daños materiales. Según la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, el número de muertos alcanzó los 1.300 y 1800 personas resultaron heridas. Más de 19.200 personas se vieron directamente afectadas por los terremotos, 12 pueblos completamente destruidos, 2.500 casas derrumbadas y 8.100 familias (56.700 personas) necesitadas de ayuda.