Lluvias torrenciales, riadas, rotura de diques, campos arrasados...las inundaciones son consecuencia del clima extremo que sufre el planeta.
Casi todos los lugares del planeta son susceptibles de sufrir inundaciones. Pero hay países del mundo donde su población es tremendamente vulnerable y no tienen la capacidad para hacerles frente. Países en guerra, donde la población, víctima de la violencia, sobrevive en situaciones límite. En muchos de estos lugares, la ayuda de ACNUR para hacer frente a las consecuencias de las fuertes inundaciones es su único salvavidas. Ayúdanos a seguir siéndolo.
La mayoría de las personas desplazadas y refugiadas del mundo viven en regiones tremendamente vulnerables a los eventos climáticos extremos. Y no solo son vulnerables al clima, sino que también son comunidades muy pobres que, en muchas ocasiones, han sufrido también conflictos y otras crisis humanitarias.
Tormentas tropicales, huracanes, lluvias extremas o crecidas de los ríos provocan graves inundaciones que arrasan con casas, carreteras y todo lo que haya a su paso. Se prevé que con el calentamiento global y los cambios de clima cada vez más extremos, esto vaya en aumento, al igual que los desplazamientos por estos motivos. Aproximadamente un 60% de los 123 millones de personas desplazadas por conflictos en el mundo reside en países afectados directamente por el cambio climático, lo que aumenta las necesidades y los riesgos de protección, además de generar nuevos desplazamientos o prolongar los existentes. Carecen de recursos básicos, viviendas estables y acceso a redes de seguridad social, lo que las excluye de las medidas de preparación ante inundaciones. Además, las comunidades de acogida, especialmente aquellas en campos informales y barrios precarios, también se ven gravemente afectadas por la falta de infraestructura adecuada de drenaje y saneamiento.
Habiba Djida, una mujer camerunesa de 44 años, ha vivido los últimos tres años en el campo de refugiados de Guilmey, en Yamena (Chad), tras huir del conflicto climático que estalló a finales de 2021 en la región del Extremo Norte de Camerún. Las tensiones comunitarias en la cuenca del lago Chad se intensificaron y dieron lugar a enfrentamientos entre pastores, agricultores y pescadores por la disminución de los recursos hídricos. Esto provocó una gran brote de violencia que obligó a decenas de miles de personas a huir al vecino Chad que, ahora, están en el campamento de Guilmey (establecido en 2022 para albergar a refugiados cameruneses).
Por culpa de estos enfrentamientos Habiba perdió a un primo y otro fue gravemente herido. Ella escapó con ocho de sus hijos mientras otros tres huían con un familiar. Tras una ardua travesía de cinco horas a pie y un mes de refugio en el bosque, logró cruzar el río hacia Chad. Desde entonces, se ha adaptado a su nueva vida, separada de su esposo y marcada por las secuelas de la violencia, trabajando como comerciante y colaborando activamente con la comunidad local chadiana. Tiene claro que no va a volver a su país: "No puedo regresar a Camerún después de las atrocidades que presencié allí".
Hoy, Habiba enfrenta un nuevo desafío: la amenaza de inundación provocada por el desbordamiento del río Chari, que pone en riesgo las viviendas del campo. Con determinación, trabaja codo a codo con otros refugiados en la construcción de un dique con sacos de arena para proteger el lugar que ahora llama hogar. Aunque el miedo persiste, su sentido de comunidad y responsabilidad la impulsa a seguir adelante. “Hago el trabajo porque la inundación afectará a todos, quiero apoyar a mis hermanos.”, afirma con firmeza, demostrando que su resiliencia se mantiene firme frente a cada nueva adversidad.