Lojain y Joudy tenían cuatro y seis años cuando tuvieron que abandonar Siria por culpa de la guerra. En el primer capítulo ya te contamos la historia de su huida y su llegada a Jordania. Tuvieron que dejar atrás su casa, sus amigos, su colegio y su educación. La escuela de Joudy fue bombardeada. Los ataques aéreos se intensificaron. Su padre fue asesinado. La vida se hacía cada vez más difícil. Por eso, Hanaa, su madre, no tuvo otra opción que huir con ellas a Jordania.
Hoy, Lojain y Joudy tienen 10 y 12 años. Gracias a las ayudas en efectivo que ACNUR proporciona a algunas familias refugiadas, Hanaa y sus hijas pueden alquilar una modesta vivienda en la ciudad de Zarqa, al norte de Jordania, comprar comida o adquirir los medicamentos que necesitan.
Esta ayuda mensual en efectivo ha devuelto a Joudy y a Lojain la normalidad a sus vidas. Ahora pueden asistir al colegio, relacionarse con otros niños y seguir formándose para poder tener un futuro. En definitiva, pueden volver a ser niñas. Y Hanaa, su madre, ya no tiene que elegir entre dar un techo a sus hijas o comprarles material escolar o libros de texto.
La principal prioridad de Hanaa es que Joudy y Lojain continúen su educación. Para ellas, el programa de ayudas en efectivo de ACNUR es de vital importancia. Además de sentirse autosuficientes, les da la oportunidad de prosperar, de hacerlo en beneficio de sus comunidades de acogida o de regresar a su país de origen para ayudar a su reconstrucción.
“Estoy muy orgullosa de haber proporcionado a mis hijas un lugar seguro donde vivir. Ahora pueden hacer vida normal e ir a la escuela. La educación les da confianza, conocimiento y capacidad para resolver problemas en el futuro”.
Hanaa
Sus asignaturas favoritas son Matemáticas y Árabe. Lojain tiene 10 años y forma parte de ese 63% de los niños refugiados que recibe educación primaria, en comparación con el 91% de la niñez a nivel mundial. Como cualquier niña de su edad, tiene sueños. El suyo es convertirse en médica.
Solo por el hecho de completar la enseñanza primaria, Lojain tiene menos probabilidades de ser víctima de un matrimonio infantil. Según un informe de la UNESCO, si todas las niñas completasen sus estudios de primaria, los matrimonios infantiles caerían un 14 %.
La educación proporciona un lugar seguro a los niños refugiados, reduce el trabajo y la explotación de la infancia, el número de matrimonios infantiles y los embarazos en la adolescencia. Además, permite a los niños relacionarse, desarrollar la autosuficiencia y el pensamiento crítico, trabajar en equipo y mejorar la autoestima.
“Quiero que se conviertan en mujeres fuertes, buenas e independientes. Mi deseo es que cuando crezcan puedan hacer lo que aman”.
Hanaa
Joudy cursa la educación secundaria. Pertenece a ese 24% de niñas y niños refugiados que acceden a ella. A nivel mundial, este dato se sitúa en el 84 %.
A sus 12 años, Joudy tiene un canal de Youtube con más de 900 seguidores, donde cuelga vídeos que graba con su móvil. Le encanta el ballet y leer, sobre todo novelas y poesía. Sus asignaturas preferidas son Árabe e Inglés. De mayor quiere ser periodista. Le encantaría viajar por el mundo, especialmente a Turquía, América y Paris. “Pero solo como turista, no para vivir. Quiero volver a Siria y vivir allí”, añade.
Según la UNESCO, si todas las niñas cursasen sus estudios de educación secundaria los matrimonios infantiles descenderían un 64%. Otro informe, también de la UNESCO, asegura que la educación de las niñas refugiadas genera bienestar y prosperidad en su entorno familiar y en el de su comunidad. Sin embargo, en secundaria hay una presencia de 7 niñas por cada 10 niños.
Según el informe de ACNUR "Ahora les toca a ellas”, las niñas refugiadas en edad cursar la educación secundaria tienen solo la mitad de las posibilidades de estudiar que sus compañeros, a pesar de que las niñas constituyan la mitad de la población refugiada en edad escolar.
El Objetivo número 5 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda 2030 pretende “lograr la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las mujeres y las niñas”. La educación ayuda a reducir la brecha de género. Gracias a las ayudas en efectivo de ACNUR, niñas como Lojain y Joudy pueden ir al colegio y estudiar para poder construir su futuro.
La flexibilidad que ofrecen las ayudas en efectivo de ACNUR permite a las familias priorizar sus gastos y elegir exactamente lo que necesitan, ya sea comida, medicamentos, agua, vivienda o material escolar, por ejemplo. Es una cantidad modesta, pero, a la larga, reduce la dependencia de la ayuda humanitaria, otorga dignidad y resiliencia a las familias refugiadas y les da una cierta sensación de normalidad y autonomía. En los últimos años, estas ayudas han llegado a más de 20 millones de personas de 100 países en todo el mundo.
Las Naciones Unidas consideran este tipo de iniciativa como una de las más importantes reformas que ha vivido la asistencia humanitaria recientemente.