Ellas son Zeinab, de 10 años, junto a su hermana. Ambas viven con su madre, Mahasin, de 35 años, su abuela y sus cuatro hermanos en el campo de refugiados de Farchana, en la provincia de Ouaddai en el Chad.
La familia vivía en El Geneina, en Sudán, cuando en abril estalló el conflicto que ha llevado la violencia al país y que ha hecho que más de 8,6 millones de personas hayan tenido que huir de sus hogares. Este fue el caso de esta familia que en mayo tuvo que dejar su casa. Pasó dos semanas en la ciudad fronteriza de Adré, Chad, antes de que fuera reubicada por ACNUR y sus socios en la ampliación del campo de refugiados de Farchana, donde recibieron refugio. Además, les hicieron entrega de artículos básicos de socorro, como un juego de cocina, mantas, un bidón, jabón y una lámpara solar. Para las familias de refugiados como la de Zeinab, una lámpara solar significa algo más que una fuente de luz. Significa mayor libertad y seguridad a la hora de realizar actividades por la noche, como estudiar, ir al baño y una mayor comodidad a la hora de cargar los teléfonos.
Foto: © ACNUR/Ying Hu
"Ahora puedo pintar por la noche. Estoy tan contenta que anoche mismo pinté tres cuadros."
Zeinab, refugiada sudanesa de 10 años.
Lámparas que ayudan a niñas como Zeinab a poder seguir estudiando. Desgraciadamente, cerca de un 48 % del total de personas refugiadas y desplazadas en el mundo son niños y niñas y casi la mitad de ellos no asiste a la escuela. La educación es un derecho fundamental de toda la infancia y juventud, independientemente de su lugar de origen. Ayúdanos para que niñas como Zeinab puedan seguir soñando con un mundo mejor para ellas, puedan seguir imaginando a través de sus dibujos que su futuro será mejor que su presente.