Sudán del Sur es uno de los países más frágiles del mundo ante la crisis climática. En el norte del país, las inundaciones afectan a un millón de personas cada año, mientras que, en otras partes, la sequía mata al ganado e interrumpe los ciclos de cultivo. Su fragilidad, inseguridad, los conflictos y la llegada de refugiados de su vecino Sudán, unido a las inundaciones y sequías, hacen que este país sea tremendamente vulnerable y necesite ayuda urgente.
2,3 millones
refugiados y solicitantes de asilo de Sudán del Sur
1 millón
de personas afectadas cada año por las inundaciones en Sudán del Sur
3,3 millones
refugiados y solicitantes de asilo de Sudán y Sudán del Sur
Sudán del Sur siempre ha experimentado inundaciones estacionales que solían disminuir en la estación seca. Sin embargo, el volumen de las precipitaciones de los últimos cuatro años no tiene precedentes y no parece haber señales de que la situación vaya a mejorar
En la localidad de Bentiu, al norte del país, la climatología extrema es una realidad con la que la población tiene que convivir cada día. Estas lluvias históricas han sumergido tierras de cultivo, casas y caminos. Las inundaciones han provocado que unas 360.000 personas hayan tenido que huir y ahora viven en lugares para desplazados internos que están por debajo de la línea de flotación, protegidos por diques. Un asentamiento que estaba rodeado de tierras y que, ahora, lo está de agua, atrapando a la población en una isla.
Estas inundaciones unidas a una situación ya de por sí frágil e inestable de Sudán del Sur, convierten a la población en extremadamente vulnerable. Se tienen que desplazar en canoas inestables en zonas que eran tierra firme. Ahora las copas de los árboles sobresalen de las aguas, al igual que las estructuras de acero, postes de luz o casas construidas con barro. Los diques están manteniendo ciertas zonas fuera del peligro de las inundaciones, como el asentamiento principal de población desplazada.
Bajo el agua están los cultivos de los que vivían, lo que aumenta aún más la vulnerabilidad de las personas que viven allí. Especialmente complicada es la situación de las mujeres. Ellas, sumergidas hasta el cuello durante horas, deben recoger nenúfares, leña y cañas para construir sus casas o para cocinar. No van solas, ya que deben ir en grupo para protegerse de los atacantes y para asegurarse de que si a alguna le ataca una serpiente acuática, el resto pueda ayudarle.
No hay muchas posibilidades de ganarse la vida salvo recolectar y vender sus cultivos, pero estas inundaciones provocan que algunas mujeres decidan viajar largas distancias hasta encontrar tierra firme. Esta situación las pone en peligro de sufrir agresiones sexuales en el camino.
El conflicto en su país vecino también está teniendo consecuencias directas, ya que Sudán era la principal ruta de abastecimiento de la región, por lo que se ha cortado el flujo de alimentos y de otros bienes de primera necesidad desde allí. Esto ha provocado que los precios se hayan disparado en las últimas semanas.
Por otro lado, las personas refugiadas surdanesas que vivían en Sudán se han visto obligadas a huir de nuevo de la violencia y regresar, en su mayoría, al estado de Unity en Sudán del Sur. Desgraciadamente lo que allí se han encontrado es que las inundaciones han arrasado con todo y de nuevo, deben buscar un lugar seguro para asentarse.
“Están regresando a un país que es extremadamente frágil. Estamos muy preocupados por el impacto en las comunidades, particularmente en aquellas que ya están afectadas por el conflicto y el cambio climático”.
Juliette Murekeyisoni, representante adjunta de ACNUR en Sudán del Sur.
El cambio climático es una realidad que está presente en todas partes del mundo, pero no por igual. Lo que para países como España pueden suponer un problema ambiental, para otros como Sudán del Sur, suponen un auténtico desafío para su propia supervivencia.
Las inundaciones en el país afectan a un millón de personas cada año, convirtiéndolo en uno de los más frágiles e inseguros de África. En contraposición a esto, es alarmante ver cómo en otras partes del país, la sequía ha matado al ganado y ha interrumpido los ciclos de cultivo, lo que ha llevado a los pastores nómadas y las comunidades sedentarias a intentar subsistir con los medios existentes. Desgraciadamente, se espera que la situación empeore cuando se inicie la temporada de lluvias.
Por su parte, ACNUR y sus socios han construido en Bentiu sistemas de drenaje y diques más altos en preparación para las lluvias, aunque hay un límite en cuanto a la altura de los diques. ACNUR también ha apoyado a las comunidades para formar comités de cuidado y mantenimiento de diques y les ha proporcionado formación y herramientas.
La comunidad científica tiene claro que el cambio climático volverá al mundo mucho más inestable, algo que ya está pasando en países como Sudán del Sur. Los efectos ya son una realidad y no podemos abandonarles ante esto.