El agotamiento tras una larga travesía hacia Europa El agotamiento tras una larga travesía hacia Europa

El agotamiento tras una larga travesía hacia Europa

Millones de refugiados han dejado sus hogares para buscar una oportunidad en Europa. Para llegar al viejo continente, muchos se embarcan en un trayecto peligroso y el agotamiento y el...

16 de abril, 2016

Tiempo de lectura: 3 minutos

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Millones de refugiados han dejado sus hogares para buscar una oportunidad en Europa. Para llegar al viejo continente, muchos se embarcan en un trayecto peligroso y el agotamiento y el miedo se convierten en sus compañeros de viaje. Hoy queremos contarte la historia de una familia siria y de la odisea que vivieron para llegar a las costas de Europa. Así podrás entender, a partir de sus vivencias, el peligro que muchas veces acompaña a estos refugiados.

Dara, Naleen, Lamar y Pulat salieron de Siria después de pagar a un contrabandista alrededor de 2.500 dólares en concepto de transporte. Él les aseguró que todo iría bien y que los cuatro llegarían sanos y salvos a su destino. Embarcaron en un pequeño bote junto con otras 40 personas rumbo a la isla de Lesbos.

La travesía fue muy dura. La embarcación comenzó a sufrir problemas, y la familia empezó a pensar que las cosas no saldrían bien. Lamar, de solo dos años de edad, se agarró fuertemente a su madre y no pudo evitar recordar las explosiones que sacudieron su casa en Siria y que, al igual que entonces, la habían llenado de miedo.

Aunque el desenlace pudo haber sido fatal, finalmente el bote llegó a la costa. La familia no pudo contener las lágrimas de alegría y llamaron a sus familiares para decirles que ya estaban en Europa. A pesar de que habían cumplido su sueño de llegar al viejo continente, solo les quedaban unas pocas pertenencias y algo de dinero.

“Creíamos que no íbamos a llegar vivos”, nos cuenta Naleen, madre de dos hijos. “Tuvimos mucho miedo. Fue una sensación indescriptible. Si hubiésemos caído al agua, nadie nos habría rescatado”.

Dara y Naleen huyeron junto a sus hijos de Kobane, un pequeño pueblo kurdo en la frontera con Turquía. Los familiares que se han quedado allí les van informando poco a poco de la situación. Sus hogares han quedado destruidos por ataques aéreos en la zona. “Cuando recibí las fotos de mi casa y vi que la habían destruido, me derrumbé y lloré”, nos cuenta Naleen enseñándonos las fotografías en su teléfono. “Vendí mi dote para tener mi propia casa, para que mis hijos pudieran crecer tranquilos, y ahora todo se ha ido”.

Pero el viaje de esta familia no acaba aquí. Tras llegar a las costas griegas, debían tomar un autobús que nunca llegó. Por ello, tuvieron que caminar 70 kilómetros en dirección a la capital, Mitilene, con los niños y las pocas posesiones que les quedaban a la espalda.

Por ahora se encuentran a salvo, pero es posible que su viaje no haya acabado. Dara y Naleen son protagonistas de una historia que se repite entre los refugiados que buscan una oportunidad en Europa y que, para llegar, arriesgan sus vidas en viajes tan peligrosos como este. Muchos de los refugiados son niños, que crecerán fuera de sus hogares y que solo buscan un sitio tranquilo donde poder llevar una buena vida alejada de la violencia, el miedo y el agotamiento.

 

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