Ayudar a personas con discapacidad es un imperativo moral que nos incumbe a todos. Ahora bien, ¿te imaginas si dichas personas, además de su condición psicológica o...
Ayudar a personas con discapacidad es un imperativo moral que nos incumbe a todos. Ahora bien, ¿te imaginas si dichas personas, además de su condición psicológica o física sufren de manera directa un desplazamiento forzoso? ¿Cuál es la suerte que corren los refugiados con este tipo de discapacidades?
Se suele mencionar a los niños, las mujeres y los ancianos como los grupos sociales más vulnerables en una emergencia humanitaria. Esto lo podemos ver ahora mismo ante el alto flujo de refugiados que se registra en ciertas zonas del mundo.
Según ACNUR, principal organismo de atención y acogida de personas que han tenido que abandonar su hogar por culpa de la guerra y los conflictos armados, más del 50% de los refugiados actuales son niños y cerca de 3,5 millones, principalmente entre 5 y 17 años, no asisten a la escuela ni reciben ningún tipo de formación.
También las mujeres cargan con buena parte del peso del drama del desplazamiento forzoso. En muchos casos son ellas las que emprenden rutas inciertas para salvar su vida y las de su familiares, quedando expuestas a numerosos riesgos y amenazas, entre ellos los abusos sexuales, los maltratos y otras formas de violencia.
Las niñas sufren especialmente los rigores de una huida sin seguridad ni garantías, pues en muchos lugares son captadas como esclavas sexuales por cualquiera de los bandos en conflicto o por redes de tráfico de personas.
Sin embargo, un colectivo sobre el que se pone el foco de manera tangencial es el de las personas con discapacidad, que pese a sus limitaciones físicas o psicológicas deben hacer frente a la incertidumbre que supone la huida a terceros países o a lugares donde les espera un futuro incierto. ¿Cómo crees que viven esta experiencia?
Puedes ayudar a las personas desplazadas con discapacidad haciendo un donativo.
En medio de los altos flujos de refugiados que se presentan actualmente en varias zonas del mundo, con familias rotas y cientos de miles de víctimas directas o indirectas, la realidad nos enseña una pequeña ventana a la esperanza: historias de personas con discapacidad que, pese a su condición, demuestran un inmenso deseo de superación.
Ayuda a personas con discapacidad en este tipo de situaciones supone un valor agregado y por ello organizaciones como ACNUR no escatiman esfuerzos a la hora de brindarles todo el apoyo necesario para su protección y acogida.
Hay muchas historias de niños, adultos o ancianos que pese a la adversidad de estas circunstancias han logrado salir adelante y luchar por un futuro distinto. Repasa estos tres ejemplos que te presentamos a continuación:
Fátima Mehamed es refugiada siria, tiene 94 años y un solo deseo: volver a ver el jardín de su casa. Tuvo que huir con su familia de la guerra tras su comienzo en 2011 y buscar acogida en un campo de refugiados de Irak. Está inmóvil desde hace más de 8 años y cuando comenzaron los enfrentamientos se salvó en más de una ocasión de las balas que entraban por la ventana de su casa. Ahora sufre de dolores de pecho y depende plenamente de su familia para ir de un lado a otro, pues su silla de ruedas está rota. Todos los días pide a sus hijas que le saquen un rato a la puerta de la estancia donde viven para tomar aire y ver cómo avanza la tarde, quizá en un intento de recordar cuando hacía esto mismo en el jardín de su casa, antes de que la guerra la obligara a huir.
Belind es un joven sirio que nació sin piernas, aunque ello nunca le impidió dedicarse a su gran pasión: el levantamiento de pesas. En su país fue campeón de su especialidad y recibió numerosas menciones por su esfuerzo. Sin embargo, el destino le deparaba una segunda prueba: dejarlo todo por culpa de la guerra en su país y refugiarse en Irak. Aquello fue en 2013. Pero, fiel a su espíritu de superación personal, en el campo de refugiados al que llegó junto a su familia siguió entrenando hasta el punto de que ahora, casi 5 años después, se dedica a preparar a chicos que quieren seguir su estela, convirtiéndose en un referente para todos aquellos que le rodean. “No te veas a ti mismo como discapacitado. Necesitas tener resistencia dentro de ti. Cuando alguien te mire debe pensar que eres un ejemplo a seguir” afirma, convencido, Belind.
En 2015, la guerra en Siria expulsó a Mohammed y su familia, obligándoles a pedir ayuda en un campo de refugiados en Irak. La situación fue incierta por la naturaleza de la huida, pero sobre todo porque uno de sus hijos, Qutaiba, no puede hablar ni caminar y depende exclusivamente de su familia. Con apenas una bolsa de ropa arribaron al campo de refugiados, donde ACNUR les recibió y les asignó una primera estancia. Sin embargo, con los días las necesidades de Qutaiba y su familia aumentaron y el espacio resultó insuficiente. El personal de atención les asignó un nuevo alojamiento, mucho más cómodo, grande y que les ofrece mayor privacidad. “Nos gustaría darles a nuestros hijos lo que necesitan. Pero, honestamente, el futuro es todo un misterio”, apunta Mohammed. Aun así, los problemas para Qutaiba y su familia no han cesado, pues cada dos meses tienen que desplazarse a la consulta del médico y no tienen cómo costear los medicamentos. Al mismo tiempo que resuelven estas cuestiones, Mohammed y su familia mantienen la esperanza de regresar a su ciudad natal y tener un hogar donde sentirse seguros y resguardados.
Como hemos visto, ayudar a las personas discapacitadas que han sido víctimas de desplazamiento forzoso en el mundo trasciende la ayuda en sí misma: es tal su vigor y su importancia, que puede convertirse en un revulsivo para que dichas personas no bajen la guardia y mantengan la esperanza de un futuro distinto, tanto para ellos como para sus familias, que en este caso son su principal soporte.
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Ayuda a los refugiados