Hoy día es casi habitual hablar de consumo responsable. Todos tenemos una idea de lo que más o menos significa este término, aunque a la gran mayorí...
Hoy día es casi habitual hablar de consumo responsable. Todos tenemos una idea de lo que más o menos significa este término, aunque a la gran mayoría de nosotros nos cueste precisar sus características, valores y principios. Y tú, ¿conoces los fundamentos de esta nueva forma de entender el consumo?
Podríamos decir, al menos en una primera aproximación, que el consumo responsable consiste básicamente en impulsar un modelo que mida nuestras necesidades para frenar el consumismo y la excesiva producción industrial que presenciamos hoy día en casi todos los sectores de la economía y el comercio.
El consumo responsable genera mayor conciencia de nuestro rol como consumidores y nos ayuda a priorizar e identificar las necesidades reales que tenemos como ciudadanos y personas. Ese es su punto de partida.
En contraposición está el consumo tradicional o también llamado masivo, que se ha encargado de hacernos creer que necesitamos muchas cosas para nuestra supervivencia y que la verdadera libertad está en poder comprarlas cuando y donde queramos. Casi seguro que habrás oído este lema, ¿verdad?
Sin embargo, el consumo responsable no se reduce solamente a ello. Además de ser una práctica ligada a la revisión del papel del consumidor, es sobre todo un estilo de vida, una forma de entender nuestro papel en la sociedad y de contribuir a la construcción de un mundo más justo y solidario.
Lo anterior queda demostrado si tenemos en cuenta los valores que sustentan esta práctica: por ejemplo, la solidaridad, la cooperación, la justicia, el respeto por los derechos de las personas y, por supuesto, el cuidado del medioambiente.
En la Cumbre de la Tierra que se celebró en Río de Janeiro en 1992, la Organización de Naciones Unidas (ONU) habló de la necesidad de «promover modalidades de consumo y producción que reduzcan la presión sobre el medioambiente» y al mismo tiempo «satisfagan las necesidades básicas de la humanidad».
Esto coincide con la idea cada vez más extendida de que el modelo económico que prima en la actualidad es incompatible con la preservación de los recursos naturales y el equilibrio de la Tierra, seriamente amenazada por fenómenos propios del siglo XXI como el calentamiento global o el cambio climático.
De lo que se trata es de ajustar nuestro consumo a las necesidades reales y fomentar una serie de prácticas que contribuyan al cuidado y la preservación de los entornos en los que nos desenvolvemos. De no hacerlo ahora o en los próximos años, el equilibrio del planeta quedará en entredicho y, de paso, nuestra supervivencia.
Definido el término de consumo responsable y algunas consideraciones generales, a continuación se describen detenidamente algunas claves que definen esta práctica:
Como es lógico, se trata de uno de los pilares del consumo responsable. La idea es que tengamos en cuenta el impacto medioambiental que genera todo aquello que consumimos a diario y cómo desde allí podemos impulsar prácticas que de una u otra forma frenen los inmensos retos medioambientales de la Tierra. Recuerda: el bienestar del planeta es nuestro propio bienestar.
El consumo responsable no es una práctica exclusiva de los consumidores. A ella también deben sumarse los productores y las grandes empresas, a los cuales les corresponde promover procesos que tengan en cuenta el uso eficiente de los recursos naturales y de la producción energética, así como la reducción de los niveles de cualquier tipo de contaminación.
Lo dicho: no puede entenderse el consumo responsable sin la cooperación de todos los agentes que intervienen en una cadena productiva. En la medida en que cada fase de dicha cadena responda a lógicas respetuosas y responsables con los entornos, habrá mayores garantías de que estamos contribuyendo a la conservación y al cuidado del medioambiente.
Todos estos puntos no se consiguen de un día para el otro. Hace falta un intenso trabajo de sensibilización y educación entre la población mundial para que no quede ninguna duda de la importancia de cambiar el consumo masivo por otro modelo que respete el planeta y garantice la calidad de vida de sus habitantes.
Todos, desde nuestro rol ciudadano, podemos impulsar prácticas sostenibles que hagan del consumo responsable una realidad cada vez más visible en nuestros entornos, como el reciclaje de productos, el ahorro de agua y energía, la reutilización de ciertos materiales o el autoabastecimiento de alimentos, entre otras.
Sin embargo, si la idea es articular un proyecto global cuya columna vertebral sea el consumo responsable, es necesario implementar una serie de medidas que vayan más allá de lo local. Repasemos algunas de ellas:
Como hemos visto, el consumo responsable es mucho más que una tendencia social a la que podemos adherirnos por moda. Es un estilo de vida, una nueva forma de entender el papel que como consumidores nos corresponde a la hora de cuidar los entornos en los que nos desenvolvemos. ¿Cuándo empiezas a practicarlo?
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