La ONU ha alertado estos días en la Conferencia Mundial Sin Hambre del aumento del hambre en el mundo desde 2020, que ya afecta a más de 733 millones de personas.
En 1990, el hambre afectaba a más de 1.000 millones de personas. Una impactante cifra que fue disminuyendo a lo largo de los años casi un 50 %. Pero estas cifras crecieron de manera drástica desde 2020 tras el aumento de los conflictos en el mundo, las consecuencias de la crisis climática y las interrupciones de la cadena por la pandemia.
Hoy en día, países como Sudán están al borde la peor hambruna en cuatro décadas tal y como asegura la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI). Además, las graves sequías en el Cuerno de África o los eventos meteorológicos adversos que afectan a los cultivos de Asia son solo algunos ejemplos de lo que está pasando a nivel global.
La Conferencia Mundial Sin Hambre se ha celebrado en Etiopía del 5 al 7 de noviembre de 2024, y ha sido organizada por el gobierno etíope junto con la ONUDI (Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial) y la Unión Africana, con el apoyo técnico de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura). Este evento ha reunido a más de 1.500 participantes, incluidos jefes de Estado, representantes de organizaciones internacionales, empresas privadas, y expertos en tecnología agrícola para abordar la crisis mundial del hambre.
El objetivo principal de esta conferencia es debatir estrategias globales e inversiones en innovación y tecnología agrícola que impulsen sistemas alimentarios sostenibles y resilientes, lo cual es fundamental para reducir el hambre en el mundo. Entre los temas destacados han estado la promoción de infraestructuras agrícolas que resistan el cambio climático, el comercio justo, y la creación de empleos mediante proyectos de agroindustrialización, como los parques agroindustriales impulsados en Etiopía.
En la clausura, el primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, ha enfatizado la urgencia de un esfuerzo global coordinado, afirmando que acabar con el hambre es un "imperativo moral" que va más allá de resolver la inseguridad alimentaria, buscando la dignidad y calidad de vida para todos.
“Un mundo sin hambre es posible y está al alcance. Tenemos la tecnología y el conocimiento para derrotar al hambre, pero necesitamos la voluntad política y las inversiones necesarias."
Gerd Müller, director general de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI).
La ONUDI y la FAO han hecho un estudio que muestra soluciones prácticas y oportunidades de inversión para acabar con el hambre. Estos dos organismos han predicho que “582 millones de personas seguirán padeciendo hambre en 2030, a menos que se realicen más inversiones” y que todavía queda un largo camino por recorrer hasta alcanzar el objetivo de hambre cero.
Según el estudio, acabar con el hambre para 2030 costaría 540.000 millones de dólares (unos 495.450 millones de euros), en gran parte a través de programas de protección social.
El estudio señala que la crisis alimentaria global está impulsada principalmente por la alta dependencia de importaciones de alimentos, que hace a los países vulnerables a los cambios en los precios globales, y por fenómenos climáticos extremos como sequías e inundaciones que afectan la producción de alimentos.
Como solución, el estudio sugiere agregar valor a la producción agrícola, aumentando no solo la cantidad de alimentos, sino también los medios económicos para que la población pueda acceder a ellos. Esto requiere inversión en productividad agrícola, tecnología, y mecanización para mejorar la eficiencia y distribución alimentaria donde más se necesita.
“Debemos actuar con urgencia y coordinar y priorizar las inversiones para acelerar la transformación del sistema agroalimentario”.
Máximo Torero, economista jefe de la FAO.
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