Acaba de publicarse el Informe sobre la educación de las personas refugiadas 2024 de ACNUR basado en datos de más de 65 países de todo el mundo. Esta amplia muestra da una visión detallada del estado de la educación y la matriculación de las personas refugiadas. Este informe reflexiona sobre la estrategia de “Educación para las Personas refugiadas 2030”, lanzado hace cinco años, y sobre los destacables avances que se han logrado, además de la necesidad de una mayor inversión y colaboración para poder alcanzar los objetivos estratégicos previstos de cara a 2030.
Uno de los datos más llamativos del informe es que casi la mitad de los 14,8 millones de niñas y niños refugiados en edad escolar siguen sin poder estudiar. De los 65 países en los que se han recogido datos, se muestra que 7,2 millones de niñas y niños refugiados aproximadamente no reciben educación por causas muy diversas. Estos factores pueden ser la inseguridad, la falta de políticas educativas inclusivas o las barreras lingüísticas, entre otros. Esta falta de educación en los menores pone en riesgo su futuro y les cierra oportunidades de futuro para desarrollar su potencial.
Las tasas brutas medias de matriculación de personas refugiadas en el año académico 2022-2023 fueron: 37 % en preescolar, 65 % en primaria y 42 % en secundaria.
En cuanto a la educación terciaria, la tasa no ha cambiado con respecto al informe del año anterior y se mantiene en un 7 %. A pesar de que ha aumentado la población global refugiada en edad de cursar estudios terciarios, la cifra se mantiene igual porque hay un aumento de casi 50.000 personas refugiadas matriculadas en este nivel educativo. En este tipo de educación hay diversas barreras, entre otras, los precios altos de matrícula. El objetivo de ACNUR es alcanzar el 15 % de matriculación en 2030.
Foto: © ACNUR/Pauline Omagwa.
La educación es clave para el futuro los menores que se han visto forzados a huir de sus hogares. Tal y como señala Filippo Grandi, Alto Comisionado de las ONU para los Refugiados, la educación es clave tanto para niños como para niñas. En el caso de estas últimas, “la educación se asocia a una menor probabilidad de embarazo en la adolescencia y de matrimonio precoz, dando a las chicas la posibilidad de forjar su propio destino”.
En cuanto a los chicos, la educación supone una menor probabilidad de comportamientos de riesgo y, por tanto, en menos violencia y victimización. Y para todos, como señala Grandi: “La educación abre las puertas a un mayor acceso al mercado laboral y permite a las personas refugiadas ganarse la vida y mantener a sus familias. Sin lugar a dudas, la educación se traduce en una vida mejor. A medida que nos acercamos a 2030, reafirmemos nuestro compromiso con el derecho de la niñez y la juventud a aprender”.
Un dato interesante a destacar del informe es que hablan de las actividades deportivas como un salvavidas que consigue reunir a niños y jóvenes de distintos orígenes en torno a un interés común. Les ayuda a relacionarse, a sentirse valorados y les aporta seguridad y pertenencia a la niñez.
“La educación puede salvar vidas, las evidencias son claras”
Filippo Grandi, Alto Comisionado de las ONU para los Refugiados.
Este nuevo informe revela, que a pesar de las múltiples barreras que siguen teniendo las personas refugiadas, se han logrado avances en estos últimos cinco años. Esto se muestra en que el acceso a la educación de estas personas en algunos países de acogida se ha ampliado. Por otro lado, aunque son pocas las personas refugiadas que se presentan a convocatorias de exámenes nacionales, los índices de aprobados siguen siendo altos o incluso, superan los promedios nacionales.
Para seguir avanzando es clave el compromiso de todas las partes interesadas en la educación como gobiernos, instituciones de educación superior o programas de beca como las DAFI de acceso a la universidad. Desde ACNUR se pide a los Estados de acogida, gobiernos donantes, socios y socias que continúen con la cooperación internacional y las alianzas innovadoras para abordar las necesidades educativas de la población refugiada de aquí a 2030. Esto se consigue aumentando recursos, ampliando programas y utilizando herramientas eficaces desde la niñez para sentar las bases de un futuro en el que las niñas y niños refugiados puedan aprender y prosperar desarrollando plenamente su potencial. Darles la oportunidad de tener un futuro mejor, más esperanzador, como merece cualquier niño o niña.
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