Después de diez años de exilio, para la población refugiada siria subsistir en Líbano es cada vez más difícil. El país, uno de los que más refugiados per cápita acoge del mundo, se enfrenta a una crisis económica y financiera sin precedentes que ha socavado la capacidad de subsistencia de los más vulnerables. La población refugiada, y muchos libaneses también, están cayendo cada vez más en la pobreza debido a la alta inflación, el aumento de los precios de los alimentos y la pérdida de ingresos. El brote de COVID-19 ha agravado la situación al reducir el acceso de las personas a los alimentos, las oportunidades de sustento y otros servicios básicos.
Gracias al Convenio firmado con la Diputación de Cádiz, 200 familias sirias refugiadas en la región de Bekaa están pudiendo sobrevivir con las transferencias de efectivo que reciben cada mes por parte de ACNUR. Para todas ellas, estas ayudas son ahora la principal, si no la única, fuente de ingresos, y aunque no cubren todas sus necesidades, les permiten por ejemplo comprar algunos alimentos y pagar parte del alquiler.
Por ello, entre los diferentes programas puestos en pie por ACNUR y sus socios para proteger y apoyar a los refugiados sirios en la región, el de transferencias en efectivo es uno de los más importantes. Gracias a él, miles de hogares sirios que están en los niveles de pobreza más extrema, pueden afrontar parte de sus gastos relacionados con la vivienda, la alimentación o la salud.
Se trata del sexto año consecutivo en el que la Diputación de Cádiz, a través del Área de Coordinación y Desarrollo Estratégico, Productivo y Social y su Servicio de Cooperación Internacional, ayuda a la población refugiada siria financiando proyectos de ACNUR.
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